VERGÜENZA

No sé por qué cuando empecé a leer en el Diario aquella impactante noticia de la paliza que cuatro individuos propinaron a un indefenso discapacitado mental, enseguida pensé que se trataría de jóvenes de corta edad. Supongo que tal deducción tendría que ver con la proliferación en redes sociales de vergonzosos videos de casos similares protagonizados precisamente por adolescentes.  Pero conforme fui avanzando en la lectura, identificados y detenidos los autores, mi sorpresa fue mayúscula al saber que la edad del más joven era de 20 años y el mayor tenía 47.

Y al ver la foto del pobre muchacho, cubierto su rostro de vendas  y postrado ausente en la cama de un hospital, sentí la  lógica pena por su sufrimiento y un profundo sentimiento de repugnancia y también de tristeza por los autores. Porque, de alguna manera, toda la sociedad en su conjunto es responsable de esta ola de maldad y  de violencia que está engendrando tantas alimañas entre niños que nacieron humanos.

Llegados a este punto, es lógico y normal que se les aparte de la sociedad por el tiempo que la Justicia determine. Pero, desgraciadamente, el mal que se les ha inoculado seguirá germinando en sus dañados corazones para seguir haciendo daño a su salida de la cárcel.

El problema es mucho más profundo y tiene más que ver con la falta de valores  con los que muchos adultos de hoy fueron educados y tratados  cuando eran niños. Son esos hijos de la violencia vivida en sus hogares, de injusticias consentidas en los colegios, de comportamientos no corregidos a tiempo por los mayores y de la confusión generada en los valores que deben imperar en cualquier sociedad que se considere civilizada.

En el afán por promover libertades en esa juventud que empieza a vivir, hemos hecho dejación de nuestras obligaciones  al no inculcar el respeto a los mayores, a los profesores que son ninguneados por los niños, por los padres y por los responsables políticos. Hemos de ser especialmente persistentes en la defensa de los desfavorecidos, de los discapacitados, de los diferentes en ideologías, credos o culturas.  Hemos mirado para otra parte cuando hemos dejado que esos abusos inoculados en sus incipientes conciencias se hayan traducido en comportamientos violentos e inasumibles para cualquier sociedad que se considere justa y solidaria.

Hay que dejar aparte posicionamientos interesados y egoístas, más tendentes a adoctrinar que a educar. Hemos de respetar la libertad del individuo en todo aquello que concierne a su conciencia pero, al mismo tiempo, ser tajantes en la defensa de la dignidad y  del respeto que merecen los demás. Es imprescindible detectar desde pequeño cualquier atisbo de violencia física, verbal o de cualquier  otro tipo que practique un niño contra otro, máxime cuando ese otro no ha sido tan bien tratado por la naturaleza o convierta el acoso por sus debilidades en acoso futuro a los demás.  Y está claro que estamos fallando cuando aumentan sin cesar los casos de violencia, abusos, maltratos, lo que violaciones y falta de la más absoluta misericordia con los que sufren.

Por eso siento de veras el dolor que ha recibido ese pobre muchacho golpeado por todos los que han ejecutado, propiciado y consentido un comportamiento tan vil y cobarde. Y también siento de veras que hayamos forjado seres frustrados que tengan que recurrir a ese execrable acto de violencia para llenar de sentido su existencia.

Nos queda la esperanza de buscar un mundo mejor aprendiendo de nuestros errores y así luchar sin descanso para alcanzarlo algún día, con palabras, con ejemplo, con determinación. Mientras tanto, compartiendo en la distancia el dolor de la víctima y de su familia, pido a Dios que le haga llegar al menos el aprecio y cariño de todas las personas de buena voluntad que sufren con él por lo acontecido.

Paco Zurita

Febrero 2022

EL ARMONIO CALLADO

Aquella tarde, en el viejo templo, reinaba un sepulcral silencio. El  vetusto y cansado armonio de San Mateo sólo se dejaba manejar por las manos de Agustín que, como buen amo que conoce a su criatura, le sacaba con infinita paciencia algunas notas provechosas para acompañar la misa de cada lunes. Quizás por ello, celoso de su amo y sin palabras que decir por la dolorosa ausencia, permaneció callado junto al féretro de aquel hombre que durante tanto tiempo lo hizo sonar con tanto cariño.

Miré el ramo de flores sobre la banqueta vacía que también contenía el aliento para no hacer sonar el aire que llenaba de música los tubos huecos de aquella antigualla. Y en el silencio, como ecos que resuenan en nuestra memoria y se van apagando lentamente, podíamos intuir con asombrosa realidad aquellas notas, a veces intrusas, pero siempre sinceras y llenas de pasión que el droguero de San Mateo arrancaba al cansado instrumento.

Aquel buen hombre era el alma del barrio que desde muy joven habitó entre sus muros, ganándose la vida en la pequeña y coqueta droguería donde artistas de toda la comarca buscaban productos únicos para sus lienzos. Y en la puerta del negocio, alumbradas por el sol de primavera, una a una iba dando a luz sus propias pinturas llenas de estampas nostálgicas de un Jerez de otros tiempos.

El alcalde del barrio, como cariñosamente se le conocía, soñaba con verlo bullir de nuevo, lleno de la vida de antaño en la que cientos de niños jugaban en la plaza del Mercado ante un palacio de Riquelme que aún conservaba sus techumbres. Y luchó incansablemente cada día de su vida porque así fuera, dando lo mejor de sí en compañía de su esposa María para hacer la vida de su gente más fácil, más alegre, más humana…

Pensaba en todo aquello y miré de nuevo la escena de aquella conmovedora despedida. Las velas encendidas sobre el altar consumían lentamente los trazos de colores con los que el pintor las estampaba cada Cuaresma. Y el retrato de Santa Ángela de la Cruz y una de las estaciones de penitencia que dejó con su firma parecían contestar a las letanías del Rosario que él rezaba cada lunes.

Son las ausencias de esos seres que se han hecho querer en este mundo las que se hacen dolorosamente patentes cuando nos damos cuenta del vacío que dejan en nuestras vidas.  Son esas ausencias las que nos recuerdan nuestra efímera y pasajera  existencia. Son esas ausencias las que nos hacen darnos cuenta de que cuando nos marchamos de este mundo, tan desnudos como nacemos, sólo llevamos en el equipaje el amor que hemos regalado en esta tierra.

Y así, reconociendo los que allí estábamos ese profuso equipaje de amor que se llevaba Agustín Pérez González a su droguería eterna, no había mejor música que ese silencio que lo  decía todo, que lo llenaba todo, que expresaba, como un coro de almas calladas de emoción lo mucho que queríamos a Agustín.

Queda su obra, su tenaz y abnegada lucha por el barrio, su bondadosa y humilde entrega por los demás y, sobre todo, queda el ejemplo de un cristiano que supo, con su cariño,  ganarse un barrio nuevo en el San Mateo de los cielos.

Paco Zurita

Febrero 2022

UNA RETABLO EN LA CALLE JUSTICIA

La calle Justicia, según el libro del académico y prestigioso archivero del Ayuntamiento de Jerez “Noticia histórica de las calles y plazas de Xerez de la Frontera” publicado en 1903, ya aparece así nombrada en 1581, debiéndose suponer que tomaba ese nombre porque allí tenía su domicilio el “Corregidor y Justicia mayor de la ciudad”.  También es cierto que a mediados del s. XIX fue ejecutado un reo en la plaza del Mercado esquina a  esta calle, habiendo existido en una esquina de la casa del número 12 una cruz de hierro en recuerdo de este hecho. Otras calles “Justicia” existieron en Jerez a lo largo de la historia que tuvieron relación con este poder del Estado que tantas veces olvidamos,  pero es la que cruza buena parte del intramuros jerezano desde San Mateo hasta San Juan la que pervive hasta nuestros días.

Amante como soy de pasear, dejándome embriagar de historia, por las viejas calles y callejuelas del Jerez más rancio, no hace mucho alertó mi curiosidad el remozado lienzo de un viejo casco de bodega.  Avanzaba, ya de noche, desde la monumental plaza del Mercado cuando, a la altura de Alcaidesa, la vieja y casi abandonada bodega que allí se levantaba estaba recién restaurada y blanqueada.  Una sonrisa de satisfacción se fue dibujando en mi rostro al ver cómo hay personas que apuestan por recuperar esos tesoros escondidos que  alberga el centro histórico de nuestra ciudad.  Subí encandilado el ligero repecho hacia donde la calle se ensancha y allí, flanqueado por dos coquetos farolitos, un retablo cerámico recién puesto me llenó de gozo. Era de mi Señor de las Penas que tantas veces ha pasado por esta calle a lo largo de sus más de 300 años de historia de su hermandad.

Sonreí al verlo y recé un ratito fijando mi mirada en la profundidad inmensa de la suya. Y le pedí por ese señor que ha tenido el coraje, pero también el enorme acierto, de apostar por el patrimonio de su tierra, por su cultura, por  su economía y bienestar.   Le pedí de corazón que tenga éxito en su empresa, que lleva un nombre tan ligado al mundo del vino y que bendijera a cada persona que trabaje entre sus viejos muros.

Aunque la justicia de los hombres no siempre está a la altura de lo que se espera de ella, no ocurre lo mismo con la divina. Y ya reinando en ese tramo de la vieja calle, el Señor de las Penas la derramará en abundancia para todos aquellos que pasen por allí y, cómo no, para aquel que se acordó de Dios en esta apasionante empresa que ahora comienza.

Paco Zurita

Enero 2022

UNA MARIPOSA POR LOS QUE ESTÁN EN EL CIELO

Hoy que sigo empeñado en hacer limpieza de papeles, cacharros y otros enseres, que he ido guardando sin reparo a lo largo de muchos años, he encontrado una cajita de mariposas. Recuerdo que se la compré, aunque he olvidado cuánto tiempo hace de ello,  a Carmen, la entrañable propietaria de la añorada droguería España en la plaza de Plateros.

No pude resistir en aquel momento la tentación de adquirir un cajita de esos pequeños “pabilos flotantes”, que me evocaban  lejanos tiempos en los que,    por la fiesta de Todos los Santos, mis abuelas y tías encendían mariposas por los difuntos a la Virgen del Carmen.  Y, aunque no era el mes de los difuntos ni tampoco el día  de la Virgen del Carmen,  no pude resistir la tentación de encender una de esas mariposas  para revivir aquellos queridos recuerdos.

Bastaba un vasito o recipiente de cristal donde se vertía agua y aceite, esos dos elementos que, no pudiéndose mezclar, toma cada uno el lugar que le ha destinado la naturaleza,  dejando al menos denso óleo en la parte más elevada.  Una vez se separaban ambos elementos, bastaba con dejar flotar un circulito de corcho con un papel de aluminio en su parte superior y encender el pabilo,  que atravesaba a uno y a otro, sobre el aceite del que bebía la llama.

No quería que mi intención quedara en el mero capricho de recordar cómo era aquel sencillo y familiar proceso y me acordé también de las verdaderas intenciones que llevaba el acto. Y pensé  en tantas cosas que nos preocupan cada día, en tantas personas que necesitan de nuestras buenas intenciones, en tantas necesidades que pasan los desfavorecidos de esta sociedad, en tantas y tantas cosas que no se pueden lograr de otra manera que encendiendo  una lámpara a Dios. Y me acordé también de los que ya no están entre nosotros pero, aunque no los veamos, siguen estando de alguna manera representados en esa luz encendida.

Puse la mariposa ante esa Sagrada Familia que sigue recordándonos en casa que hoy sigue siendo Navidad.

Puse esa diminuta pero brillante luz ante ese Niño que nos recuerda que la vida es eterna para todos los que cree en él.

Puse esa luz ante su madre y ante ese San José que nos repite cada día que hay que confiar en ese Niño a pesar de las dificultades que nos pone la vida.

Y puse esa mariposa por todos aquellos seres queridos que la encendieron en su día y hoy la contemplan cara a cara. Ellos siguen velando por nosotros e interceden ante Dios por nuestras intenciones.  Sin duda nos estarán animando para que nunca dejemos de encender esas mariposas que ellos encendieron en este mundo porque saben en verdad cómo es  la verdadera luz que evocamos y que ellos ya contemplan en el cielo.

Paco Zurita

Enero 2022

2022; UN NUEVO COMIENZO

Muchas veces tenemos la tentación, incluso la necesidad de buscar en el pasado un tiempo al que aferrarnos……

Posiblemente porque me faltaba poco para cerrar mi etapa de treinta años en el banco, el mes pasado me escapé con mi esposa en busca de un tiempo y  de un lugar que dejamos atrás tratando así, inútilmente, de agarrarme a ellos.

Calatayud fue mi primer destino como director en la entonces Caja Madrid y con veintisiete años y recién casados, la vida nos sonreía. Lejos de nuestras familias pero llenos de ilusiones, en aquella ciudad aragonesa forjamos nuestro matrimonio y nuestro porvenir. No exenta de renuncias y sacrificios, aquella etapa dejó entrañables recuerdos en nuestras vidas. Quizás por ello, próximo al omega de esa parte de mi existencia, busqué el alfa….¡En vano! Y digo en vano porque tantos años después de aquel comienzo, no fuimos capaces de revivir nada de lo que vivimos entonces.

Ya no existía el  bar donde compartíamos buenos ratos, ni la confitería donde comprábamos turrones.  El viejo convento derruido frente a casa era ahora un lujoso hotel y mi antigua oficina se había convertido en   un bazar chino. Ya no estaban las personas que conocimos, ni Tomás, el viejo párroco de San Juan, ni nadie recordaba a aquel muchacho andaluz que llegó cargado de ilusiones. Pero sobre todo, nosotros ya no éramos los mismos que fuimos entonces.

Nos miramos a los ojos y lo entendimos al instante. Al día siguiente nos despedimos de Calatayud y de aquella etapa de nuestra vida y regresamos a Jerez por una ruta inexplorada y desconocida que atravesaba tierras inhóspitas del alto Tajo, tratando de evocar con este gesto la búsqueda de un nuevo comienzo, de una nueva etapa llena de incertidumbre pero al mismo tiempo retadora e ilusionante.

Quizás era necesario que viviera esa experiencia para darme cuenta de la inutilidad de aferrarse al pasado sintiendo  nostalgia por todo lo bueno que dejamos atrás. Quizás Dios me abrió los ojos para que reconociera cuán falaz es querer parar el reloj de la existencia cuando sigue corriendo y renunciamos así a vivirla.

Cuando llegamos a Jerez eché en falta mi bufanda y traté de recordar dónde me la había puesto por última vez.  Busqué entre las fotos del móvil  y me percaté enseguida. Fue en el mirador de la Virgen de la Peña, la patrona de Calatayud. Allí se me cayó al montarme en el coche antes de iniciar el camino de regreso.  Y allí también  me dejé  una parte de mi vida de la que guardo gratos recuerdos que no quisiera manchar de vanos deseos.  Era una bonita bufanda que me  regaló mi esposa, como  también me regala hermosos momentos cada día, cada hora, cada instante que aún Dios nos permita vivir. Y aún me podrá regalar otras que pueda lucir en lugares nuevos, en tiempos nuevos, en experiencias nuevas.

Acaba el año 2021 y con él termina una gran etapa en el banco y en mi vida que tuve la suerte de vivir intensamente. Empieza 2022 y con él una  oportunidad de vivir nuevos comienzos, nuevas ilusiones, nuevas historias por escribir. Acaba una etapa y comienza otra y aquí sigo yo mientras Dios quiera cargado de buenos deseos, ganas renovadas y firme propósito de no mirar atrás para buscar lo que ya no existe.

¡Feliz Año Nuevo!

Paco Zurita

FELIZ NAVIDAD

Paco Zurita
Navidad 2021

Puede que esperes, hermano,
salud, riquezas y amor.
Si no lo quiere el Señor,
sabes que esperas en vano.
Pero si vas de su mano
y confías de verdad
hallarás felicidad
en aquello que Dios quiere
porque fuere lo que fuere
Él te espera en Navidad

PICCOLO

Hay personas que convierten la calle en un lugar más hermoso, más placentero, más humano. Son aquellas almas únicas que disfrutan de la vida y hacen de ella una pasión y un arte que transmiten de forma natural  a los demás. Y hoy,  que ansiaba un rato de evasión y dejarme embriagar por  la preciosa mañana de otoño jerezano, me escapé fugazmente de mi oficina deambulando por calles aledañas. Ya de vuelta,  quizás resistiéndome a volver a la rutina, me paré un buen rato a charlar  con mi amigo Manolo Romero Barragán.

En plena calle Larga, frente al arco de la de Gravina, mi amigo se planta cada mañana con su caballete y su ristra de pinceles para dibujar con acuarelas el alma de Jerez. Tan bien  la retrata con sus prodigiosos  trazos de colores que, no sólo cautivan a nuestros ojos, sino a los cinco sentidos de todos aquellos que reconocemos  a qué sabe, a qué huele, cómo suena y cómo eriza la piel  la magia  y el hechizo  de nuestra tierra.

Cada lámina pintada por Piccolo, que así firma sus obras adoptando el segundo apellido de su madre, es un diálogo vivo entre sus personajes y evoca lugares, tiempos y vivencias que afloran generosas desde lo más profundo del propio ser. Son escenas que cobran vida y que se salen de la propia obra para compartir con quienes las contemplan innumerables recuerdos, palabras y sensaciones  que Piccolo expresa con cada trazo.  Escenas que aprendió a amar de niño de la bodega donde trabajaba su padre, del tabanco que regentaba su abuelo, de toros y de Flamenco, de doradas albarizas y de azul Guadalquivir de su Sanlúcar paterna.

De ascendencia  italiana lleva ese apellido  “Piccolo” que significa “pequeño”y  que él  ha hecho “grande” con cada una de sus obras; un prodigio de arte y de puro ensueño pictórico.  Y como  uno de tantos artistas jerezanos que rebosan talento que emana de una manantial de grandeza ancestral, sólo rascando un poco en su piel de inocente modestia, quedé aún más absorto y perplejo cuando, móvil en la mano, fue mostrándome los óleos que lleva cincuenta años pintando; Y era un tesoro escondido…… Lienzos de oscuros grises donde surgen con fuerza luminosa aquellos elementos principales que el artista resalta con armonía portentosa.   Mientras yo me admiraba, él me confesó con pasmosa humildad que ya había expuesto en varias ocasiones  pero que prefiere la calle y las láminas de acuarelas que, al pesar menos que los incómodos lienzos, lleva y vende con mayor facilidad.  Y si los ingresos de su pintura flojean, retoma su trabajo de guardia de seguridad para salir del bache.

Caprichos de un ciclista  de la quinta de Perico Delgado  que obtuvo grandes premios con las dos ruedas y que sigue pedaleando por la vida a golpe de pincel, libre ante el viento y siempre con una sonrisa en la cara. Excepcional cualidad de los bohemios que viven con lo justo y hacen justo lo que quieren para ser felices.

Me volví a mi rutina entre las cuatro paredes  de mi oficina, alumbrada con neones y ventilada por las rejillas del aire acondicionado. Me quedé pensando en él, en la vida y en lo que verdaderamente importa. En ese deseo de prolongar la placentera sensación de respirar aire fresco y naranjos en plena recolección, abrí el rollo de acuarela que me regaló minutos antes; un trozo de Jerez y de su vida, dibujados por un verdadero artista que algún día valdrá un imperio.

Paco Zurita

Noviembre 2021

MANUÉ

Apartados del  bombardeo mediático al que nos someten en Halloween con sangrientos cadáveres y de niños martilleando de forma inmisericorde los timbres de nuestras puertas hasta fundirle los plomos, aún quedamos muchos a los que nos sigue apeteciendo celebrar con frutos secos el día de todos los Santos.  Y así, con el deseo de celebrar la vida de los que están allá arriba y no los muertos vivientes que nos fastidian aquí abajo,  tras tantos meses de pandemia, este pasado día 1 de noviembre disfrutamos en nuestra casa de hermandad de una  entrañable convivencia que rematamos con unas deliciosas castañas asadas.

En Jerez, en esta época del año, proliferan los asadores de castañas que inundan de humo y de aroma las calles y plazas de nuestra ciudad. Fruto de un arte heredado de los mayores, los castañeros jerezanos utilizan una técnica que convierte la áspera textura del fruto  crudo del castaño  en un manjar exquisito.  Y aunque parezca sencillo a simple vista, sólo los más experimentados consiguen el asado perfecto que hacen del proceso una verdadera obra de arte.

Ávidos de disfrutar del manjar en nuestra propia hermandad, me dispuse a buscar a uno de estos artistas de la castaña que estuviera dispuesto a llevarnos a domicilio los artilugios y su destreza para deleite de pequeños y mayores. Y con ese propósito recorrí calles y plazas recibiendo corteses negativas por respuesta. Ninguno quería perder el sitio que se había ganado a pulso en cada rincón de Jerez. Todos menos…. MANUÉ.

Era ya de noche,  víspera de Todos los Santos y Manué estaba en su humeante puesto meneando hábilmente la cazuela con las castañas que asaba cuando paré mi coche para jugar mi última carta.  Me acerqué decidido y, tras escuchar mi honesta proposición, me miró con ojos bondadosos y me preguntó; ¿A qué hora queréis las castañas porque aquí tengo que estar de vuelta a las seis de la tarde?  

Pues a las cuatro estará bien, le dije, deseoso de fichar al artesano para  que nos preparara el manjar tras la comida.

Y como un clavo, a las tres de la tarde llegó Manué, con el tubo y el carbón, la cajas y las rejillas, las castañas y su arte para que  a las cuatro todo estuviera a punto para convertir los ásperos frutos en manjar de dioses.

Me decía mientras trabajaba que nunca le ha faltado la faena. Que en los setenta y tantos años que tiene de vida, ha hecho de todo; coger higos chumbos por las mañanas y venderlos pelados  en una playa,  peinar los campos en busca de tagarninas  y venderlas limpias en  la plaza  al alba. Recolectar montañas de azufaifas que hacían las delicias en la feria. Hacer picón en invierno y la vendimia en otoño, vender cacahuetes y almendrados en primavera o camarones en el tórrido verano. Y así desde que era un niño, sin saber leer ni escribir pero “bien puesto” en cuestión de cuentas para no lo engañara nadie como me dijo orgulloso y sonriente. Y añadió, el quiere trabajar… trabaja. Y esta tierra, añado yo, la gente trabaja un montón.

La sobremesa fue deliciosa gracias a Manué, a sus historias y a sus castañas. Y mientras compartíamos cartuchos de esas delicias calentitas,  nos acordamos de todos los seres queridos que ya están en el  cielo y que, a buen seguro, se alegran en la distancia con nosotros.

Paco Zurita

Noviembre 2021

A ti, Mercedes

La naturaleza le regaló una extraordinaria belleza y la vida bienes y posición social al alcance de muy pocos. Pero el regalo más hermoso que recibió Mercedes fue el que el mismo Dios le hizo; un corazón puro y limpio con el que saber disfrutar de los dos anteriores. Y es que no todos saben aprovechar los talentos que hemos recibido en la vida y devolverlos al Señor multiplicados como él espera de nosotros.
De la afabilidad y del saber estar en cada momento y circunstancia hacía Mercedes la quintaesencia de la elegancia, sin importar si era “grande” o si era “chico” el ser humano que se cruzara en su camino. Simplemente se sumergía en el mundo que la rodeaba y con él entablaba una relación fácil y prodigiosa, haciendo de su interlocutor un ser afortunado. Y así la recuerdo siendo yo muy niño; limpiando plata en la casa de hermandad, preparando bocadillos para un acto benéfico o dejándose las manos en las púas de los cardos que adornaban el paso del Señor de las Penas. De igual manera atendía a dignatarios, ministros, obispos o personas de alta alcurnia que aún se sentían más importantes y dichosos por conocer su talento y gozar se su amistad.
Los bienes materiales que nos tocan en esta vida son un instrumento que adquieren su verdadero valor cuando se saben emplear bien. Porque hay unos que hacen de lo poco, mucho, y otros de lo mucho, poco. Y sólo aquellos que saben valorar al ser humano por lo que es y no por lo que tiene, son los que poseen el verdadero tesoro de verse reconocidos por lo que son.
Y cuando se para el reloj de esta vida basta mirar a nuestro alrededor para hacer balance de la misma. En ese último adiós estaba todo un elenco de almas expectantes que supieron verse amadas por su riqueza interior y que tan naturalmente ella sabía apreciar. La de la voz quebrada que le cantaba por bulerías, el del capote templado de medias verónicas, el del fino humor de alegres veladas, el que se sentía honrado cuando probaba sus tapas, el de impoluta chaqueta que admiraba su clase o el de porte desgarbado y humilde que también compartió su mesa. Allí estaban todos…. Y los que no estaban en la iglesia de San Mateo, porque no se cabía, lloraban en silencio sus recuerdos de aquel hermoso ser humano que se nos marchaba.
Y es que Mercedes Domecq Ybarra rompía las barreras que la sociedad impone a los que son esclavos de sus supuestas grandezas, y ella se hacía aún más grande haciéndose más pequeña, dándoles su sitio a todos, regalándoles cariño y confianza adornadas con su hermosa y encantadora sonrisa.
Pues sí, Dios le dio muchos talentos a esta gran mujer y bien sabía Él a quien se los daba porque al término de sus setenta años de vida, compartió buena parte de ellos con los que menos habían recibido, repartió amistad y alegría, fue esposa de su esposo, madre de sus hijos y señora, siempre señora en su hermandad y en la vida. Y tras repartir la mayor parte de esos talentos entre tantos hermanos, aún le quedaron los justos para el Señor de las Penas. Los que Cristo, en la desnudez del Calvario, sólo espera y desea que le devolvamos el día de nuestra partida; un simple manojo de cardos florecidos para ponerle a los pies de su peña eterna.

octubre 2021

Paco Zurita

LA CULTURA DE LOS TOROS

Con la gracia única y universal de la gente de mi tierra, me quedé pensando en la imagen de un toro luciendo flamenca mascarilla en el bar “Las Banderillas” de Jerez.  Y es que ignorantes de nuestra historia o  temerosos de nuestra fuerza en común,  muchos preferirían que fuera bozal para que no hable y diga lo que piensa.

Probablemente el llamado toro de lidia o toro bravo (Bos primigenius taurus) sea el mayor punto en común que tenemos, no sólo los españoles, sino todos los pueblos que conforman   la península ibérica. Y es que es difícil no encontrar su huella e influencia en cualquier pueblo de nuestra geografía peninsular.  Quizás por ello, a pesar de estar enraizada en las costumbres y fiestas populares de cada rincón de España, independentistas y alérgicos a cualquier cosa que nos una, hacen cuanto esté en sus manos por acabar con él. Eso sí, de cara a la galería,  porque se siguen celebrando más de 450 “correbous” en Cataluña demandados y aclamados por muchos catalanes.

El emblemático toro bravo tiene en las tierras hispanas el último reducto de supervivencia de una especie desaparecida en el resto de Europa, que prefiere bovinos más tranquilos, de carne más tierna y, sobre todo, más barata de producir.  Al fin y al cabo, los toros de lidia viven en libertad a “cuerpo de rey” pastando en grandes dehesas de verdes pastos.

Es la fiereza  y orgullo de ese toro bravo el que ha cautivado  a nuestra España a lo largo de la historia y que ha llevado a muchas generaciones a preservar su especie, constituyendo el culto al toro, elemento privilegiado en  nuestra cultura y arte populares.

Nos guste o no nos guste, ese casi mitológico animal forma parte de nuestra vida cotidiana hasta en los más mínimos detalles.  El toro es ensalzado por pintores, poetas, escultores, músicos o actores. Su presencia se deja sentir en bares, restaurantes, museos, prendas de vestir, marcas, emblemas, recuerdos turísticos, publicidad… Y  hasta ha sido “indultado” de nuestras carreteras el famoso toro de Osborne, como única publicidad permitida en los campos de España.  De su mundo viven miles de personas que encuentran en torno a él un modo de vida que sitúa a nuestro país como destino turístico por sus muchas fiestas en torno al toro reconocidas internacionalmente.  No son pocos los artistas e intelectuales de todo el mundo (de izquierdas o de derechas) que han ensalzado su cultura y han mostrado su admiración por su mundo.

Pero claro, con la excusa de la barbarie que representa su lidia, muchos ignorantes se muestran beligerantes contra la tauromaquia y no tienen los “bemoles del toro” para denunciar verdaderas aberraciones y barbaries que se comenten contra seres humanos aduciendo motivos de respeto a otras culturas o religiones. Y, así, mujeres  son sometidas a mutilaciones genitales, privaciones de libertad, discriminación, sometimiento sexual y otras atrocidades que harían vomitar al mismísimo toro bravo que, al fin y al cabo, tiene más honor y vergüenza que esos mudos aquiescentes .  Y creyéndose los únicos jueces de lo que es Cultura o lo que no, excluyendo los espectáculos taurinos del lote cultural, apuestan por unos productivos bonos para jóvenes que, saliendo de nuestros maltrechos bolsillos, prometen pingües beneficios electorales. Quizás algunos de esos jóvenes tengan la nobleza del toro y embistan contra tan burda manipulación de sus conciencias porque el orgullo ibérico sigue fluyendo por sus venas.

Antes que morir como un pato al que revientan el hígado a base de sobrealimentación para hacer el mejor foie gras, el toro preferirá morir luchando en una plaza tras años de buena vida en libertad. Y es que su existencia depende de la admiración y respeto que siente la mayoría de los españoles por ese bello y noble animal.

Paco Zurita

Octubre 2021