PICCOLO

Hay personas que convierten la calle en un lugar más hermoso, más placentero, más humano. Son aquellas almas únicas que disfrutan de la vida y hacen de ella una pasión y un arte que transmiten de forma natural  a los demás. Y hoy,  que ansiaba un rato de evasión y dejarme embriagar por  la preciosa mañana de otoño jerezano, me escapé fugazmente de mi oficina deambulando por calles aledañas. Ya de vuelta,  quizás resistiéndome a volver a la rutina, me paré un buen rato a charlar  con mi amigo Manolo Romero Barragán.

En plena calle Larga, frente al arco de la de Gravina, mi amigo se planta cada mañana con su caballete y su ristra de pinceles para dibujar con acuarelas el alma de Jerez. Tan bien  la retrata con sus prodigiosos  trazos de colores que, no sólo cautivan a nuestros ojos, sino a los cinco sentidos de todos aquellos que reconocemos  a qué sabe, a qué huele, cómo suena y cómo eriza la piel  la magia  y el hechizo  de nuestra tierra.

Cada lámina pintada por Piccolo, que así firma sus obras adoptando el segundo apellido de su madre, es un diálogo vivo entre sus personajes y evoca lugares, tiempos y vivencias que afloran generosas desde lo más profundo del propio ser. Son escenas que cobran vida y que se salen de la propia obra para compartir con quienes las contemplan innumerables recuerdos, palabras y sensaciones  que Piccolo expresa con cada trazo.  Escenas que aprendió a amar de niño de la bodega donde trabajaba su padre, del tabanco que regentaba su abuelo, de toros y de Flamenco, de doradas albarizas y de azul Guadalquivir de su Sanlúcar paterna.

De ascendencia  italiana lleva ese apellido  “Piccolo” que significa “pequeño”y  que él  ha hecho “grande” con cada una de sus obras; un prodigio de arte y de puro ensueño pictórico.  Y como  uno de tantos artistas jerezanos que rebosan talento que emana de una manantial de grandeza ancestral, sólo rascando un poco en su piel de inocente modestia, quedé aún más absorto y perplejo cuando, móvil en la mano, fue mostrándome los óleos que lleva cincuenta años pintando; Y era un tesoro escondido…… Lienzos de oscuros grises donde surgen con fuerza luminosa aquellos elementos principales que el artista resalta con armonía portentosa.   Mientras yo me admiraba, él me confesó con pasmosa humildad que ya había expuesto en varias ocasiones  pero que prefiere la calle y las láminas de acuarelas que, al pesar menos que los incómodos lienzos, lleva y vende con mayor facilidad.  Y si los ingresos de su pintura flojean, retoma su trabajo de guardia de seguridad para salir del bache.

Caprichos de un ciclista  de la quinta de Perico Delgado  que obtuvo grandes premios con las dos ruedas y que sigue pedaleando por la vida a golpe de pincel, libre ante el viento y siempre con una sonrisa en la cara. Excepcional cualidad de los bohemios que viven con lo justo y hacen justo lo que quieren para ser felices.

Me volví a mi rutina entre las cuatro paredes  de mi oficina, alumbrada con neones y ventilada por las rejillas del aire acondicionado. Me quedé pensando en él, en la vida y en lo que verdaderamente importa. En ese deseo de prolongar la placentera sensación de respirar aire fresco y naranjos en plena recolección, abrí el rollo de acuarela que me regaló minutos antes; un trozo de Jerez y de su vida, dibujados por un verdadero artista que algún día valdrá un imperio.

Paco Zurita

Noviembre 2021

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