UNA MARIPOSA POR LOS QUE ESTÁN EN EL CIELO

Hoy que sigo empeñado en hacer limpieza de papeles, cacharros y otros enseres, que he ido guardando sin reparo a lo largo de muchos años, he encontrado una cajita de mariposas. Recuerdo que se la compré, aunque he olvidado cuánto tiempo hace de ello,  a Carmen, la entrañable propietaria de la añorada droguería España en la plaza de Plateros.

No pude resistir en aquel momento la tentación de adquirir un cajita de esos pequeños “pabilos flotantes”, que me evocaban  lejanos tiempos en los que,    por la fiesta de Todos los Santos, mis abuelas y tías encendían mariposas por los difuntos a la Virgen del Carmen.  Y, aunque no era el mes de los difuntos ni tampoco el día  de la Virgen del Carmen,  no pude resistir la tentación de encender una de esas mariposas  para revivir aquellos queridos recuerdos.

Bastaba un vasito o recipiente de cristal donde se vertía agua y aceite, esos dos elementos que, no pudiéndose mezclar, toma cada uno el lugar que le ha destinado la naturaleza,  dejando al menos denso óleo en la parte más elevada.  Una vez se separaban ambos elementos, bastaba con dejar flotar un circulito de corcho con un papel de aluminio en su parte superior y encender el pabilo,  que atravesaba a uno y a otro, sobre el aceite del que bebía la llama.

No quería que mi intención quedara en el mero capricho de recordar cómo era aquel sencillo y familiar proceso y me acordé también de las verdaderas intenciones que llevaba el acto. Y pensé  en tantas cosas que nos preocupan cada día, en tantas personas que necesitan de nuestras buenas intenciones, en tantas necesidades que pasan los desfavorecidos de esta sociedad, en tantas y tantas cosas que no se pueden lograr de otra manera que encendiendo  una lámpara a Dios. Y me acordé también de los que ya no están entre nosotros pero, aunque no los veamos, siguen estando de alguna manera representados en esa luz encendida.

Puse la mariposa ante esa Sagrada Familia que sigue recordándonos en casa que hoy sigue siendo Navidad.

Puse esa diminuta pero brillante luz ante ese Niño que nos recuerda que la vida es eterna para todos los que cree en él.

Puse esa luz ante su madre y ante ese San José que nos repite cada día que hay que confiar en ese Niño a pesar de las dificultades que nos pone la vida.

Y puse esa mariposa por todos aquellos seres queridos que la encendieron en su día y hoy la contemplan cara a cara. Ellos siguen velando por nosotros e interceden ante Dios por nuestras intenciones.  Sin duda nos estarán animando para que nunca dejemos de encender esas mariposas que ellos encendieron en este mundo porque saben en verdad cómo es  la verdadera luz que evocamos y que ellos ya contemplan en el cielo.

Paco Zurita

Enero 2022

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