REAL ACADEMIA SAN DIONISIO. Jerez, 3 de enero de 2019 |
Del Evangelio de San Mateo:
Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, he aquí, que unos magos del oriente llegaron a Jerusalén diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el oriente y hemos venido a adorarle.
Queridos Reyes Magos:
Un año más, con el espíritu del niño que aún hay en mí, espero con ilusión que vuestros reales cortejos vengan cargados de regalos e ilusiones. Quizás de esas ilusiones que, a los que hemos doblado ya el ecuador de nuestras vidas, nos la hacen valorar cada día como si fuéramos niños. Ya ni siquiera mis hijos, que hace tiempo dejaron de ser niños, me obligan a disimular la realidad humana de vuestros vistosos vestidos pero, no por ello, siguen inundando mi alma esos profundos deseos que llenan mi corazón de trepidante expectación cada vez que se acerca el día de vuestra llegada…..
Y hoy, renovado en espíritu y alma, vienen a mi memoria, tamizados por la nostalgia y por la madurez impuesta por el tiempo, vivos recuerdos imborrables que se grabaron para siempre en aquella niñez que creía olvidada…….
Aún recuerdo ese trozo de papel que escondí en un viejo cuadro de la Virgen Niña que presidía la cabecera de mi dormitorio que, aunque ennegrecido por el paso del tiempo, aún le brillaba la estela del Espíritu Santo que iluminaba su infantil rostro. Era una víspera del día de Reyes y, en mi naciente adolescencia, escribí en esa cuartilla aquellas cosas que anhelaba y que no se podían comprar con dinero. Ya sabía desde hacía varios años que mis padres estaban ya jubilados en el menesteroso oficio de hacer de Reyes por un día y que, aunque así no fuera, no estaba en sus manos conseguirme esos pedidos que tenían que ver más con mi proyecto de vida que con aquellos presentes que escondían en algún lugar desconocido de la casa.
Pasó ese día, y ese año y muchos años más. Dejé la casa de mis padres para casarme y tener hijos y se quedó allí aquel papel, escondido en una rendija de la parte trasera del cuadro y olvidado en algún lugar de mi corazón.
Con mis hijos ya crecidos, en una de esas ocasiones en que nos reuníamos todos por Navidad, vagué por las habitaciones de la casa en busca de recuerdos y llegué al lugar donde estaba aquel viejo cuadro ennegrecido que tantas veces había sido testigo de mis secretos más profundos. Y al verlo, me acordé de aquel día y de aquel papel…. Esperé, casi dándolo por imposible, que tras veinte años, con traslados incluidos, estuviera allí, escondido donde lo dejé. Pero, para mi jubilosa sorpresa, como un viejo centinela del pasado, me aguadaba fiel y deseoso de que lo abriera, sin moverse exactamente del lugar en donde lo dejé; doblado y polvoriento, incrustado en la rendija del marco donde dormían mis sueños de adolescente para ese futuro que aún aguardaba. Lo abrí con expectación, desvelándose mis recuerdos a la vez que desdoblaba aquel arrugado y viejo papel. Tras leerlo en silencio, suspiré en lo más profundo de mis entrañas mientras veía a la Virgen Niña, fiel custodia de mis peticiones. Esos deseos de la pronta adolescencia que escribí en aquella carta a los Reyes Magos, se habían hecho realidad con el paso de los años y ni siquiera me había dado cuenta. Ellos sí se habían acordado de traerme esas anheladas peticiones y me las concedieron a su debido tiempo, cuando la Virgen Niña que me sonrió aquella noche, vio el momento oportuno para se hicieran realidad. Y entonces comprendí lo importante que es la magia y la ilusión cuando se cree en ellas, cuando se ve el mundo desde la fe de un adolescente que sueña con seguir soñando. Entonces entendí que el verdadero milagro que obran los Reyes Magos es hacernos creer en ellos y en Aquel al que buscaron, llenos de fe y esperanza, cruzando desiertos de arena.
Aquel papel que escribía
en mi juventud lejana
era el sueño del mañana
que en ese cuadro escondía.
Yo le confié a María
que llegara a los de Oriente
sin importarme esa gente
que en el cielo no creía
la gente que se reía
del espíritu inocente.
La Virgen me sonreía
mi corazón palpitaba
y la mano me temblaba
y el aliento contenía,
porque ya me despedía
esperando aquel mañana
en que los sueños pedidos
me serían concedidos
en la madurez lejana.
Pasaron años vividos
de adolescencia expectante
y el mundo desafiante
fue forjando mis olvidos.
Y aquellos sueños dormidos
fueron de mi ya borrándose
mi corazón olvidándose
de aquel papel escondido
fue encontrado su sentido
y al mismo tiempo curándose.
Y un buen día arrepentido
con el cuadro ante mis ojos
como lirio entre rastrojos
vi mi papel escondido.
Lo miraba estremecido
y al leerlo comprendí
que Aquello que les pedí
en aquel papel escrito
¡¡Lo juro por Dios Bendito!!
con creces lo recibí.
Hoy Majestades creemos que los niños tienen de todo pero, muy a pesar nuestro, no es así. Pensamos erróneamente que darle los mejores juguetes, los más caros, los más sofisticados es ser mejores padres.
Muchos consideran que lo más acertado es decirles a los niños la verdad y no hacerles creer en falsas historias. Otros ni siquiera esperan al ansiado día de Reyes y apuestan por Papá Noel o por hacer el regalo de las fiestas de invierno. Los que se creen más racionales y avanzados van con los niños de la mano a los grandes almacenes y les compran los juguetes directamente para que disfruten durante las vacaciones.
Y así hacemos con todo en la vida, con esta vida que estamos convirtiendo en pura materialidad despojándola de toda magia y fantasía. Es vivir deprisa y no dejar nada para más tarde. Es lo que está llevando a muchos jóvenes a vivir todo antes de tiempo, a beber de forma desenfrenada, a mantener relaciones sexuales de forma indiscriminada, a creerse mayores sin haber vivido su niñez. Esa niñez que les estamos negando. Esa inocencia que les estamos matando. Esa ilusión que estamos desvelándoles sin darnos cuenta del daño que les estamos haciendo.
Esos niños que han vivido felices su niñez, que han bebido del amor y de la inocencia, que han descubierto a su debido tiempo la fuente de la fantasía, que han esperado y guardado sus ilusiones para el ser amado, no han sufrido traumas ni daños, no han alcanzado menos metas que los demás, no han perdido tiempo ni ocasiones para disfrutar. Sencillamente han sido más felices y han aprendido a dar de lo que recibieron. Y eso que recibieron en abundancia, lo darán también en abundancia para seguir haciendo un mundo mejor. Por eso, no neguemos a nuestros niños esas ilusiones que forjaron nuestra madurez de hoy. Los Reyes lo sabían y siguieron los mensajes del cielo para adorar a Aquel que nació y murió para traernos un mundo mejor.
No negad la fantasía
a la inocencia de un niño
que en esos trajes de armiño
va escondida la alegría.
Esa que espera en el día
en que los magos de oriente
crucen el desierto ardiente
en sus enormes camellos
buscando aquellos destellos
de la estrella reluciente.
Que tras sus largos cabellos
y sus barbas y ropajes
y el cortejo de sus pajes
con esos trajes tan bellos,
ya no son hombres, son Ellos
los que sus ojos perciben.
Esos recuerdos que escriben
los gozos que sí perduran
esos mismos que fracturan
los que sin fe los proscriben.
Los que cegados censuran
nuestras bellas tradiciones
quizás son sus frustraciones
y heridas que no se curan
las que tristes se conjuran
y provocan su dolor:
Por eso vino el Señor
y los Reyes lo entendieron
y al mundo lo descubrieron
adorando al Rendentor.
Parece mentira, majestades, que nuestro mundo de hoy, tan rico en bienes y tan avanzado en comodidades, sea también más pobre en valores y más atrasado en solidaridad.
Que en esta sociedad tan desarrollada, que cuenta con tantos avances médicos y científicos, haya tantos enfermos incurables.
Que en un mundo que pretende estar más globalizado que nunca, haya más deseos de dividir y de reivindicar lo que nos separa que de buscar y encontrar los muchos valores que nos unen.
Que en una cultura en la que ha avanzado tanto la comunicación y los medios audiovisuales estemos tan lejos unos de otros, aun viviendo en la misma ciudad, en el mismo barrio o en el propio seno de la familia.
¡¡Qué falta le hacen vuestros cofres a nuestro mundo de hoy y que entendamos su significado!!
Porque, Melchor, aunque dispusiéramos de todo el oro que hay en el mundo, hay muchas cosas que no se pueden comprar con él. Cuántos ricos tienen llenas sus arcas pero vacíos su corazones porque ese oro no compra su felicidad. Porque se pueden comprar las mejores mansiones y decorarlas con los más lujosos enseres, pero si no saben llenarla de amor por los demás, de nada les sirve. Pueden degustar los más sabrosos manjares y codearse con los más poderosos pero si no llegan a gozar de su aprecio sincero, en vano es su riqueza. Pueden hacer su vida más cómoda y placentera pero si no pueden evitar los sufrimientos de la enfermedad y de la muerte ¿Qué valor tiene su oro?
Pero ese oro es un regalo extraordinario para aquellos que saben emplearlo, creando puestos de trabajo para los demás, compartiendo el hogar y los buenos ratos con los amigos, regalando cariño y detalles a los que menos tienen, haciendo una sociedad más justa desde esa situación favorable…
Porque se genera más felicidad dando que recibiendo, ayudando que ser ayudado, atendiendo que ser atendido. Es baldío si no se gasta o se gasta por puro egoísmo. Ese cofre hay que dejarlo en este mundo cuando el Señor nos llame porque en el cielo ya no nos sirve. Y aquí tampoco nos es útil si lo dejamos arrumbado para un futuro que quizás no llegue o no abrimos el cofre para sacar felicidad de él. Es un bien digno de reyes, de lo que era Él, porque un buen rey, un buen pastor, un buen cristiano sabe emplearlo sabiamente, justamente en favor de los demás.
Y tu incienso, Gaspar, ese precioso presente cuyo humo y aroma exalta la grandeza de Dios, reconocía la divinidad de ese niño, de ese Dios hecho hombre. Porque por encima del mayor poder terrenal, por encima del hombre más poderos de nuestro mundo, hay un ser muy superior al que hay que rendirse y no es otro que el mismísimo Dios.
Hoy veneramos muchos valores a los que, cobarde e ilusamente, rendimos pleitesía y nos olvidamos del mayor de todos; la fe en el Todopoderoso.
Rendimos culto al dinero, al poder, a la fama, a la posición social… Educamos a nuestros hijos en la necesidad de ser líderes en los estudios, en el trabajo, en el mundo… Y acabamos siendo lo que somos, pura ceniza en un universo inmenso que nunca llegaremos a comprender. Somos motas de polvo zarandeadas por un vendaval que Dios hace soplar cuando abre las ventanas en algún lugar del universo.
Necesitamos de un incienso nuevo que nos haga darnos cuenta de la necesidad de Dios para encontrarle sentido a nuestra vida. Porque a pesar de los dioses que nos crean y nos creamos en este mundo, éstos acaban provocando ese enorme vacío que hoy sienten muchos jóvenes y que les hacen caer en la más profunda de las frustraciones. Son esos dioses efímeros que llenan fugazmente las vidas de nuestra juventud y que acaban sumiéndolos en mil preguntas cuyas respuestas no encuentran en ninguno de esos dioses pasajeros.
Ese es el incienso que hoy necesitamos para que nuestro mundo recupere los valores que le haga creer en sí mismo y en aquel que lo creó.
Y tú, Baltasar, que le llevaste al Niño Jesús la más humilde mirra, le hiciste el mejor de los regalos. Fue tu reconocimiento ante el mismo Dios de su inquebrantable y grandiosa vocación de amar hasta el extremo haciéndose hombre por todos nosotros. Y hoy, en esta humanidad, ¡¡cuánta necesidad tenemos de hacernos hombres de nuevo!! Porque estamos perdiendo el sentido de humanidad y nuestra capacidad de amar al prójimo. Jugamos a ser Dios pero no somos capaces de aprender a amar como nos ama Él.
Siguen produciéndose catástrofes naturales, accidentes, guerras. En nuestra sinrazón queremos dominar un mundo que nos supera porque sólo somos seres humanos en mitad de un universo infinito. Y Dios que es eterno e inmortal se hizo hombre mortal para entendernos y salvarnos de nuestra infinita ignorancia.
Por eso, queridos Reyes Magos, le pido a Dios encarecidamente que este año nos traigáis oro, en forma de generosidad, incienso en forma de fe y mirra en forma de humanidad. No habrá mejores regalos para nuestra sociedad de hoy.
Llena, Señor, de tu ciencia
los cofres de los tres Magos
para aliviar los estragos
de la falta de conciencia.
Danos, Señor, tu inocencia
y cúranos sin demora
el cáncer que nos devora;
Prescindir de Ti, Señor,
y olvidarnos de tu amor
desde el ocaso a la aurora.
Llena el cofre de Melchor
del oro más blanco y puro;
Ese que tiene seguro
el alma del bienhechor.
Y que le llegue mejor
al prójimo desvalido,
al que llora dolorido,
al que le falta el sustento,
al indigente, al hambriento
y al emigrante acogido.
Para los que en su tormento
no tienen a quién rezar
llena el cofre de Gaspar
de incienso puro de Adviento.
Alivia su sufrimiento
con la fuerza de los cielos.
Conociendo tu desvelos
te conocerán, Dios mío
y una fe como un gran río
les colmará sus anhelos
Para nuestro mundo impío
el cofre de Baltasar
haz que vuelva a rebosar
de mirra contra el hastío
y que se llene el vacío
de esta pobre humanidad.
Haz que reine la bondad
y que vuelvan las personas.
Tú que no nos abandonas
alivia esta soledad.
Haz que se haga verdad
que los reyes siempre vienen
y que sus cofres contienen
la ansiada felicidad
que el hombre, ante la maldad,
necesita cada día.
Esa es la gran alegría
que nos regaló el Señor;
Tres cofres llenos de amor
y eso es la EPIFANÍA.
Ese milagro que hacéis cada año, augustas majestades, no sería posible sin miles de personas de buena voluntad que se convierten en vuestros pajes y que hacen realidad vuestra magia en muchos rincones del mundo. Son los padres que trasnochan para sacar los juguetes y regalos de sus escondites secretos, los bienhechores que donan recursos y medios para los niños más necesitados, los que tienen el honor y la responsabilidad de vestir los majestuosos trajes que los convierten en Reyes Magos por un día para el disfrute y gozo de tantos niños….
Aún recuerdo esas dos cabalgatas en las que hice de paje para Santiago Melchor Zurita y para Juan Manuel Baltasar Bocarando, padres que me tocaron en la lotería de la vida y que me brindaron la oportunidad de contribuir a su importante misión. ¡Qué hermoso fue descubrir lo que se siente repartiendo tanta felicidad a tantos niños de Jerez!
Ilusiones que pronto vivirán Ana, Félix y Francisco, las personas que encarnarán en Jerez, con la venia del Señor, a los Reyes Magos de Oriente y renovarán con su testimonio la herencia de nuestros antepasados.
Pero de esas experiencias vividas como paje real, ninguna fue comparable a la ilusión con la que nos esperaron los niños enfermos del hospital y, especialmente, esas mujeres ancladas en la niñez de espíritu de la casa de los Dolores de la calle Francos…. Sólo por estas personas ya mereció la pena todo el esfuerzo llevado a cabo y ser partícipe de esta tradición tan hermosa.
Señor, Tú que escribes recto
con los renglones torcidos
¿Por qué hay tantos desvalidos
en tu divino proyecto?
¿Por qué el mundo es imperfecto?
¿Por qué sufre tanta gente?
¿Por qué te muestras ausente
Cuando el dolor nos devora?
¿Por qué retardas la hora
de salvarnos nuevamente?
Que esa gente que te implora
que alivies su sufrimiento
busca con fe ese momento
de tu fuerza sanadora.
Mas tu corazón no ignora
el dolor que confesamos
y haces que nos convirtamos
en los reyes de tu amor
y como a Ti, mi Señor,
a esos seres adoramos.
Y, así, como un buen pastor
con sus ovejas perdidas
aliviamos sus heridas
y su llanto de dolor.
Como hizo el sembrador
o ese buen samaritano
dando en tu nombre al hermano
nuestro amor más desbordante
como vi en aquel semblante
que me hizo más cristiano.
Era una cara radiante
de una sonrisa infinita
la sonrisa más bonita
ante el dolor delirante
Se me grabó en un instante
su inocencia en la retina;
Esa piel canela fina
de una mujer ya madura
que abrazaba con ternura
la muñeca que le dimos.
Y eso que todos vivimos
era amor, no era locura.
El amor que transmitimos,
el amor que recibía,
y el que también residía
en los dolores que vimos,
fueron tales que advertimos
verdades tan aplastantes;
Esas cien almas errantes
recibieron un consuelo;
el amor del mismo cielo
para sus mentes distantes.
Los trajes de terciopelo
de los Reyes simulados
con sus preciosos tocados
y bellas capas al vuelo
les aliviaron su duelo
y también sus sinsabores,
porque a esas niñas mayores
de largos sueños aciagos
les fueron los Reyes Magos
al hogar de los Dolores.
Muchas veces pienso, majestades, que es precisamente la falta de Dios, la ausencia de todo lo que recuerde al espíritu o a la fe, lo que hace que este mundo no se encuentre a sí mismo. Ya se lo decía Jesucristo a los suyos cuando veía que dudaban y flaqueaban en sus fuerzas. “Si tuvierais una fe como un grano de mostaza os aseguro que si le dijerais a este sicomoro, ve y trasplántate en el mar, él os obedecería”.
Hemos de valorar esa fe que movió a esos reyes, científicos o magos, que representaban la ciencia, el poder, o la magia y les llevó a seguir esa estrella y buscar y encontrar el mensaje de los cielos.
Una fe que tenemos que hacer extensiva a todas las parcelas de la vida. Porque, más allá de los regalos, de las celebraciones, de las buenas acciones que podamos llevar a cabo en esta época del año, hemos de comprender el gran valor que contienen el mensaje y el testimonio de esos tres personajes de oriente, que tiene plena vigencia en el mundo de hoy.
Hoy, más que nunca, tenemos que poner en práctica esa voluntad inquebrantable de encontrarle sentido a la vida a través de la búsqueda de Dios. Porque por mucho que la ciencia avance, por más poderoso que el hombre pueda llegar a ser, nunca podrá prescindir de Él.
Dios está en cada uno de nosotros. Y fue precisamente un matemático de la Ilustración, Descartes, quien asoció la idea de bien con Dios. Todo aquello que nos lleva a hacer el bien, viene de Dios y no hay mejor regalo que darlo a los demás.
Es ese amor el que nos lleva a hacer mejor este mundo. Y lo mismo que los tres magos se rindieron ante aquel niño indefenso tras cruzar ríos, montañas y desiertos, nosotros nos debemos rendir hoy a su grandeza celebrando su nacimiento y adorando a nuestros hermanos regalando nuestro amor.
Esta es la grandeza de la Navidad y el verdadero sentido que contiene la festividad de la Epifanía. Un Dios que se manifiesta al mundo para dar testimonio de su amor.
Cuando te venzan las prisas
deja que tu alma sueñe
y que en sus sueños te enseñe
la mejor de las sonrisas.
Que las iras insumisas
y los dolores del alma
encuentren contigo calma
y a ser como un niño aspiren,
que siendo niños se escriben
las leyendas de la palma.
No importa cómo te miren
ni lo que el mundo te diga
deja que Dios te bendiga
y sus miradas expiren.
Porque aquellos que suspiren
en busca de una esperanza
mirando tu confianza
la encontrarán algún día
como aquellos que encontraron
la estrella que les guiaron
hasta el vientre de María.
Esos que se confiaron
a la señal de los cielos,
y superando recelos,
por la estrella se guiaron
en su caminar llegaron
a un pueblecito perdido.
Ese lugar escogido
por el Dios del firmamento
para dejar testamento
de un amor tan desmedido.
Y ni el desierto sediento,
ni las tormentas de arena,
ni el relámpago que truena,
acabaron con su aliento.
Y así llegó ese momento
de ver cumplido su sueño
y encontraron a un pequeño
en un pesebre dormido
y así hallaron el sentido
de tanto esfuerzo y empeño.
Dios era el recién nacido.
Eran verdad las señales.
La medicina a los males
de ese mundo escarnecido.
Con su espíritu rendido
hincándose de rodillas
abrieron las maravillas
que en los tres cofres traían
que al mismo Dios ofrecían
entre las gentes sencillas.
Los pastores que veían
a reyes tan poderosos
siendo así de generosos
con el niño al que mecían,
se alegraban y entendían
el mensaje de los cielos;
Y es que sus viejos anhelos
en sus pechos acogidos
al fin se vieron cumplidos
llenos de gozo y consuelo.
Y hoy tras siglos transcurridos
siguen viviendo en nosotros
siendo los reyes por otros
en nosotros renacidos.
Y los niños convencidos
guardarán en su memoria
esta herencia meritoria
del gran bien que han recibido .
Esa será la victoria
que esos tres reyes buscaban:
Revivir lo que admiraban
los pastores de la historia.
Porque se alcanza la gloria
siendo así, buenos cristianos.
Diciendo a nuestros hermanos
que hoy también viven los reyes.
Desafiando las leyes
de agnósticos y profanos.
Que aquellos tiempos lejanos
vivan de nuevo en Jerez
y vivamos otra vez
la herencia de los ancianos:
Niños de espíritu sanos
que busquen hacer el bien,
que no miren con desdén
esta acción tan piadosa
porque amar es otra cosa
que hay que grabarse en la sien:
Que de esta fiesta preciosa
nunca jamás les privemos
y que en Navidad gocemos
de esta historia tan hermosa.
Y ya que acabo esta glosa
no quiero premios ni halagos
porque el mejor de los pagos
es que el Señor nos bendiga
y que el todo el mundo diga:
¡¡¡Que vivan los Reyes Magos!!!