PODER Y HUMILDAD

Siempre he acudido a él cuando algún cambio trascendente se asomaba a mi vida, quizás tratando de recordar que la verdadera virtud que el santo de Lima nos enseña es que, ante el éxito o el fracaso,  la humildad nos abre todas las puertas.

Cuando era niño, mi madre me solía llevar a la iglesia de Santo Domingo para poner en manos de  San Martín de Porres,  un santo muy querido en Jerez, cuitas y otros asuntos que requerían de su intercesión divina. En una de sus capillas, junto a la de Santa Rosa de Lima,  se venera una talla del limeño y entrañable fraile morenito que pasó a la historia como “fray Escoba”, tras pasar una vida con ese utensilio en sus manos haciendo portentosas curaciones y practicando insólitas ubicuidades.

Pero, al margen de esa talla, mi madre siempre me enseñó a fijarme en el lienzo que hay en el lateral de esa capilla que, desde aquellos tiempos, aprendí a admirar por su simbolismo y profundo significado.

Perdonadme que, en mi ignorancia, no pueda daros detalles de su autor. Casi no puede leerse por el paso de los años y, me azora reconocerlo, siempre extasiado por el mensaje que me evoca, no me he preocupado de saber más de él. Lo que sí sé es que la paz y luz que dimana de la escoba, la humildad en sentido figurado, hace que unos gatos miren pacíficamente a un ratón que se encuentra ante sus garras y, a su vez, estos felinos sean ignorados por un pacífico perro que mira al infinito.

Vivimos en un mundo convulso y no sólo por las guerras que azotan medio mundo y que pueden acabar con las vidas de tantos inocentes. Nuestra propia sociedad está viviendo momentos de tensión, desencuentros y frustraciones que pueden truncar nuestra convivencia y el futuro de nuestros hijos.

Es realmente triste que las ansias de poder, las ambiciones territoriales, el supremacismo racial, los extremismos ideológicos, los fanatismos religiosos, el adoctrinamiento interesado, o cualquier otra forma de ejercicio de poder egoísta, quiebren la paz y la convivencia de tantas y tantas personas que solo quieren de aquellos que ostenten algún tipo de poder, lo pongan al servicio de la colectividad.

Pensando en todo ello y en las causas que provocan todos esos males indeseados me acordé de ese lienzo del santo de la escoba. Me pregunté por qué no podemos vivir los seres humanos en un mundo en paz como esos eternos enemigos del mundo animal que aparcan sus ancestrales disputas al verse transformados por esa luz que calma sus instintos destructivos.

Pensé en la escoba, esa escoba de humildad que agarraba San Martín ante la ambición de unos y la soberbia de otros y que es la que puede transformar el mundo. Ese sencillo utensilio de limpieza  que hace que nos demos cuenta de que no somos más que esos ratones, o que esos gatos o que ese perro que aparecen en el lienzo. Y aunque la ambición nos lleve a pasar por encima de los demás para enaltecer nuestros propios egos, en la alegoría del cuadro tan sólo podemos aspirar a ser como el perro del cuadro, que también tiene los días contados…

Los personajes del lienzo, de no estar influidos por la luz que emana del Santo,  no son muy distintos a los que conforman nuestro mundo que, en definitiva, anteponen sus ambiciones e intereses personales a los de la sociedad a la que deben servir.

Tras esos personajes, ante la luz de un horizonte infinito, se apoya la humilde escoba en la pared de una habitación misteriosa.

Y es que, sin duda, si cada una de las personas llamadas a dirigir desde cualquier estamento o posición los destinos de nuestra sociedad blandiera una escoba de ejemplo y humildad, este mundo sería un lugar más digno donde vivir.

Paco Zurita

Octubre 2023

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