La mano del hermano mayor. A Manolo Soto de la Calle

Me cogiste la mano y me diste fuerzas en aquella ocasión en que las dudas y la soledad quieren hacerse dueñas del alma de un hermano mayor. Porque dar fuerzas y confianza es una de las virtudes que posee el que ha llevado “la vara dorá” en algún momento de su vida, como tú, como mi padre, como Ángel o como todos aquellos que nos precedieron en el privilegio y en la responsabilidad de ser los primeros servidores de nuestra hermandad.

Y tú fuiste un buen servidor, callado y humilde, generoso y buen hermano de todos por igual, fiel cristiano enamorado del Señor de las Penas y de María del Desconsuelo que guiaban tus pasos por la vida.

Te has ido con ellos un día de Reyes,  que han querido regalarte la presencia real de aquel Señor que sufre nuestras Penas y la de una Virgen que llora nuestros  Desconsuelos. ¡Qué gran regalo, Manolo!, aunque los tuyos también sufran penas y desconsuelos hasta que vuelvan a estar contigo allá en lo alto.

Para el resto de tus hermanos también es un regalo haberte tenido entre nosotros y lo es también ahora que estás en la Peña eterna de un cielo tan  azul como el manto de tu Virgen.

Desde allá arriba, cuida de esta hermandad y sigue dándole la mano al que tenga en sus manos sus destinos.  Transmítele la humildad y la sabiduría de ser hermano mayor de todos y de amar a la cofradía como tú la amaste.

Un abrazo de otro que también fue hermano mayor.

Paco Zurita

 

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