La carretilla de la vida


Muchas veces me he preguntado qué significa realmente ser padre. Qué espera Dios de nosotros para hacer las veces de Él en la tierra con cada uno de sus hijos. Y me seguía preguntando todo esto mientras tomaba café con mi octogenario padre y contemplaba orgulloso su insaciable necesidad de seguir estando conmigo cada rato que la vida nos deja. Y mientras lo hacía, veía en él la misma entrega y efusivo entusiasmo por seguir estando cerca de mi cada instante de su existencia. Y, de la misma manera, también me preguntaba qué poderosa razón me lleva a seguir demandando y disfrutando de su vida cuando ya vislumbro el atardecer de la mía.
Ese misterio insondable del amor filial, no es otra cosa que la gracia, en forma de amor divino, que recibimos del cielo y que transmitimos generosa a nuestros hijos. Gracia regalada que no guardamos para nosotros mismos, ni escatimamos cuando no vence el egoísmo o la maldad humana.
Ese misterio es desprenderse de todo para, renunciando a nuestro propio ser, tenerlo todo. Es la semilla que muere para engendrar nuevos frutos que crecen abundantes en el árbol de la vida.
Cuando el amor fluye y se entrega generoso, deja una huella imborrable y teje un lazo irrompible que va desde la tierra al cielo y que nos une a esas personas que lo han dado todo por nosotros y que, quizás ahora, tengamos que devolverles un poquito de lo que nos han dado. Cuando se ha cumplido bien con este mandato divino, el amor recibido del cielo se ha dejado fluir hacia los hijos y éstos lo han recibido en abundancia, de tal manera que verán en él una gracia que se sólo se disfruta realmente cuando se vuelve a dar.
Es sentirse llevados, como en esa carretilla de la foto, por el mismo Dios que la levanta con los brazos de nuestro padre en la tierra y tomar decididos su relevo cuando seamos nosotros quienes llevemos la de nuestros hijos o la silla de ruedas de nuestros padres.
Buena parte de los males que nos aquejan en este mundo tienen sus raíces en el egoísmo de muchos seres que, creyéndose buenos padres, han fallado a la hora de ser generosos con sus hijos, no dando suficiente de cuanto han recibido. Y esos desdichados hijos a los que se les ha escatimado el amor recibido y no han tenido mucho para repartir lo tendrán mucho más difícil. Aún así, las almas nobles que aspiran a ser buenos padres, aún recibiendo poco, saben multiplicar lo recibido cuando lo han sabido dar con generosidad.
La vida es como esa carretilla. Hay momentos es los que debemos dejarnos llevar amados por otros, y momentos en los que la debemos llevar amando a los demás. Dejarla a un lado, oxidada y olvidada es el egoísmo que corroe su acero. Hacer que ruede y que funcione, es sonreír a la vida y saber ganarse una que lleve el mismo Dios en el cielo.

Paco Zurita
Mayo 2021

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