EL ODIO

El odio es el sentimiento humano que nos lleva a desear todo el mal posible a aquel ser que nos ha causado dolor o nos ha ofendido. Superarlo requiere grandes dosis de misericordia al alcance de muy pocos mortales.

En muchas ocasiones, el odio no proviene de ofensa alguna u otras causas exógenas a la persona, sino del propio ser que odia. Suele nacer de una frustración, envidia o complejo, sobre los que se cimenta ese sentimiento pernicioso y obsesivo de focalizar sus infundados rencores en otros seres humanos.

A lo largo de la historia, son muchos los personajes que han hecho de su odio el leitmotiv de su existencia y han arrastrado al desastre con él a millones de seres humanos.  Adolf Hitler, un pintor frustrado y denostado en su juventud, escribió todo un manifiesto de odio en su famosa Mein Kampf (mi obra), focalizando en el pueblo judío todos los males que asolaba a la Alemania de la posguerra. Hizo que todo su pueblo acabara odiando como él, devastó su propio país provocando un holocausto en el que asesinaron  a más de 11 millones de judíos, gitanos y lo que él consideraba “razas inferiores”. La II Guerra Mundial desencadenada por su odio acabó con más de 40 millones de personas en todo el mundo. Ha habido, hay y habrá muchos otros Hitleres que han causado sufrimiento y dolor movidos por su propio odio;  Bin Laden, Calígula, Stalin, Pol Pot, Toquemada, Idi Amín…. Una lista desgraciadamente muy larga y perversa; todos ellos movidos por un odio enfermizo que aliviaban causando muerte y dolor.

En el lado opuesto, han existido, existen y existirán seres humanos que hacen del perdón, de la concordia y de la paz, instrumentos de amor sobre los que han cimentado civilizaciones, religiones, naciones y formas de pensamiento que han ayudado a hacer un mundo mejor y a salvar miles de vidas. Tal es el caso de Jesucristo, Madre Teresa de Calculta, Buda, Confucio,  Martin Luther King, Nelson Mandela, Ghandi…

En la eterna lucha entre el bien y el mal siempre acaba prevaleciendo el primero y de esos seres odiosos no quedarán ni monumentos ni reconocimientos a sus infaustos testamentos vitales; sólo desprecio y olvido para que sus ideas no sobrevivan a sus autores.

Por eso, cuando veo en nuestra sociedad de hoy a gente que odia tanto, me pregunto cuál es la frustración o complejo interno que le lleva a arrastrar con su odio a toda una generación. ¿Qué le lleva a Elisenda Paluzie, presidenta de la A.N.C.  a quemar una foto del Rey? ¿Qué hemos hecho el resto de españoles para que dirigentes insensatos como ella nos odien tanto? ¿Qué sociedad pretenden construir sobre tanto odio?  ¿Será recordada algún en las calles de Cataluña como la “libertadora” de la opresión hispana?

Para su pesar, seguiremos recordando a Gaudí, Dalí, Pau Casals, Joan Miró, Montserrat Caballé…. que amaban a su tierra y no odiaban como Elisenda, quién será olvidada por las generaciones venideras una vez se apaguen las hogueras de su fanatismo inútil.

Hoy, día nacional de España, es momento de reivindicar lo que nos une, de olvidarnos de odio y de rencores. De sentirnos orgullosos de todo lo bueno que hemos hecho juntos a lo largo de más de 500 años de historia del que forma parte inalienable el esfuerzo, ejemplo y generosidad del pueblo catalán.

Yo, español del Sur, envío un cariñoso y caluroso abrazo a todos  esos catalanes que hacen del respeto y de la concordia instrumentos de paz y de progreso y que, más pronto que tarde, harán enterrar los odios que tanto sufrimiento han causado.

Francisco Zurita Martín

Octubre 2020

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