No vino en el momento apropiado porque no lo buscabas o habiéndolo buscado, otros pensaban que no lo era…. pero vino. Alguien te confirma que una nueva vida empieza a formarse en tu vientre. El mundo, tu mundo, parece que se desmorona tal y como lo tenías concebido y, pase lo que pase, ya nada será igual. Una amiga te ha dicho que no te preocupes; tienes dieciséis años y ya eres mayor para decidir sobre tu cuerpo; La Ley te ampara.
Pero no es tan fácil como todos piensan. Tu cuerpo es un prodigio de la evolución, capaz de hacer los mayores sacrificios para proteger al ser que se está formando dentro de ti. En el fondo de tu alma o de tu conciencia de niña, sabes que lo que vas a hacer te llenará de dolor y de pena. Eres, sencillamente, demasiado joven para darte cuenta de la trascendencia de la decisión que vas a tomar.
Aunque algunos piensen que ya puedes decidir sobre tu propio cuerpo, desconocen el daño que pueden llegar a causarte. Creen que la libertad, el progreso, los derechos de la mujer, pueden medirse de forma tan trivial. Quieren cargar sobre ti la responsabilidad de decidir sobre dos vidas; la del ser que has concebido y la tuya propia. Quizás el padre de esa criatura te apoye o te lo reproche de por vida, pero tampoco importa lo que éste piense para esos que recuerdan tu libertad como mujer.
Esa amargura que te carcome por dentro la llevas sola. No quieres compartirla con tus padres, con tu familia. Será sencillo; también decidiste hacerte un tatuaje que tu madre reprobaba. También te regalaste un piercing con el que demostraste que ya podías tomar tus propias decisiones. Al final lo entendieron y esto lo entenderán también.
Pero no es lo mismo y tú bien lo sabes. Una vida nueva empieza a bullir en tu interior. Un trozo de ti se está formando como nuevo ser y morirá antes de darle la oportunidad de ver la luz, de verle sus ojos, de llamarlo por su nombre.
Quizás algún día te preguntes qué habría sido de ese ser al que no diste la más mínima oportunidad de venir al mundo, confundida tu mente de niña por aquellos que trivializaron una decisión tan importante y trascendental para tu futuro.
Quizás algún día te preguntes por qué no compartiste esa responsabilidad con las personas que te dieron la vida y la hubieran dado de nuevo por ti. De una u otra forma, habrían comprendido tus sentimientos como lo habían hecho en tantas ocasiones.
Quizás algún día le reproches a aquellos que te permitieron abortar a los dieciséis años por qué delegaron en ti la responsabilidad de decidir por la vida de tu hijo y por la tuya propia.
Esos gobernantes negligentes que han de velar por el bienestar de los demás, te dieron la oportunidad de decidir por la muerte y no hablarte de la vida. Te hablaron de la libertad de la mujer y no del prodigio y la responsabilidad que el vientre de la mujer conlleva. Te hicieron madurar en una decisión dolorosa en vez de ayudarte a salir adelante con la nueva vida.
Es el discurso hueco de aquellos dirigentes incapaces y carentes de ideas y formación, que disfrazan sus incompetencias con atrevidas decisiones que califican “de progreso” y que esgrimen con más orgullo si atentan contra los que confiesan una fe que menosprecian.
Progreso es defender la vida, las personas, el bienestar y los valores que nos hacen, precisamente, humanos. Aunque quieran destruirlos no lo lograrán porque, afortunadamente, hasta para los que piensan como ellos, siempre quedará la familia.
Paco Zurita
Octubre 2020