Mientras el campo se preocupa por quién va a recoger la fruta, que madura ya en los árboles de media España, hoy me he acordado de Manolo….
Lo recuerdo alegre, empujando un carro de mano con el que repartía encargos a domicilio. Pese a haber nacido con síndrome de Down, trabajaba como el que más y se ganaba el pan sin ayuda de nadie. La última vez que lo vi, aún más encorvado y avejancado por los años, recorría las calles a gran velocidad con cupones que vendía para ganarse la vida a falta de pensión que, hoy en día, reclaman muchos sin derecho a ello.
Recuerdo que de niño, yo acompañaba a mi madre a hacer la compra en varios puestos del centro. La primera parada desde el campito en la carretera de Sevilla, donde vivíamos, era en la calle Guadalete. Allí, antes de la Calle Escuelas, junto a donde hoy tiene su sede Radio Jerez, había un puesto donde mi madre compraba la verdura.
En aquel tiempo, no era difícil dejar el coche en doble fila conmigo dentro para que pudiera tocar el “pito del coche” por si algún guardia aparecía. Mi madre saldría a toda prisa con cara de preocupación y se limitaba a dar una vuelta a la manzana para seguir con la tarea, una vez confiados los guardias.
Una vez hecha la compra, venía Manolito cargado de bolsas que colocaba en el maletero de “Popeye”, nuestro Renault 4L. Dejado el encargo, se sacaba una libretita del bolsillo, cogía el lápiz de detrás de su oreja, lo mojaba con la punta de la lengua y, con una velocidad que me dejaba pasmado, sumaba la lista escrita en un papel de estraza que, Pepe, el dueño del puesto, le había entregado con las bolsas.
Mi madre siempre le daba una propinita que se tenía bien merecida y, el bueno de Manolo le respondía con una sonrisa que hacían aún más dulces su cara torcida y su flequillo revuelto.
Mientras el coche arrancaba, veía por la ventana del portón trasero a Manolo perdiéndose apresuradamente con su carro por la calle Beato Juan Grande para repartir el próximo pedido. Alguna tarde, podía también verlo con el carro aun dando portes por medio Jerez.
En aquel tiempo no había pensiones decentes para personas como Manolo pero, Tampoco las hubiera querido. Trabajaba no solo por dinero, sino por sentirse como los demás.
Este país, que ahora pasa por una crisis tan grave y que preconiza tiempos aún más difíciles, necesita de muchas personas como Manolito.
Hemos de preguntarnos qué podemos hacer por España, por los demás, por nuestra economía. Hemos de ser conscientes de que, con nuestras capacidades y limitaciones, somos los que tenemos que sacar a este país de la ruina y caos en los que un virus y otras derivas del destino, nos han dejado en herencia.
Así, ante la irresponsabilidad, negligencia, torpeza y oportunismo interesado de muchos de los que tienen que dirigir nuestros pasos, que cada cual piense por responsabilidad cívica, de qué carro puede tirar porque, a buen seguro, pesará menos que aquel que empujaba Manolito.
PACO ZURITA
ABRIL 2020