TERMITAS EXPLOSIVAS Y VALORES CRISTIANOS

Hay una especie de termitas endémica de la Guayana Francesa, la Neocapritermes taracua, de la que los humanos deberíamos aprender en gran medida. Y es que nuestra especie, culmen de la civilización más avanzada, compendio de valores y  orgullo de la creación se está convirtiendo cada vez más en la antítesis de la sociedad que forman esos diminutos insectos.

Fue buscando en la red información sobre las temibles termitas donde me saltó al azar “explosives termites” y, sucumbiendo a mi insaciable curiosidad, abrí el sugerente enlace.  Cuanto más leía, más información ansiaba, sorprendido sin duda por la ejemplar muestra de sacrificio que esos bichitos están dispuestos a asumir en aras del bien común. Un bien que es comúnmente escaso en la avanzada sociedad humana.

En la colonia termitera son las “termitas soldado” las que defienden a su comunidad pero, cuando las cosas se ponen feas, hasta las obreras se emplean en su defensa. Son curiosamente las obreras de avanzada edad las que desarrollan unos cristales que, unidos a una sustancia segregada dentro de su organismo, produce una reacción química que es letal para intrusos y enemigos impertinentes. Basta tan solo con hacer estallar su propio abdomen, que causa la muerte de la termita,  para que los compuestos químicos reaccionen y acabar con los enemigos en un santiamén.  Dicho de otra forma, el individuo muere para que los congéneres vivan.

La historia está llena de casos de seres humanos que han dado su vida por los demás, normalmente movidos por los hoy tan perseguidos, denostados y calumniados valores cristianos. Recuérdense los casos de Ignacio Echeverría, Gaetano Nicosia,  Maximiliano Kolbe, Arnau Beltrame, Helena Agnieszka y una interminable lista  de personas que, siguiendo el ejemplo del que se dejó crucificar por todos nosotros, sacrificaron sus propias vidas para salvar las de otros muchos.

Pero desgraciadamente muchos de los de nuestra especie, quizás tratando de esconder sus propias miserias, manifiesta mediocridad, escaso bagaje cultural y laboral y profundo desprecio por los que no opinan como ellos,  desdeñan los valores cristianos sobre los que se cimenta nuestro mundo y ensalzan otros que tampoco conocen en su integridad. Y así  comprenden, admiran y promueven culturas que amparan la mutilación genital de las niñas, la limitación de su acceso a la educación, las discriminatorias y carceleras prendas que ocultan sus rostros, la esclavitud sexual que llega al vil asesinato por negarse a matrimonios indeseados.  Muchos de estos personajes buscan en la política punta de lanza de sus pobres carreras en la vida civil.  Políticos advenedizos que se vanaglorian de legalizar abortos a los dieciséis años y sienten orgullo por indultar a una “madre defensora” que, negando la educación más elemental a su hija, la tenía como un animal salvaje apartada de la civilización.  Feministas de escaparate y de lenguaje retorcido e imposible de soportar en el que tantas veces se enredan pero que muchos mojigatos y peleles de lo políticamente correcto imitan como gesto de estúpido intento hacia la igualdad de género.  Dirigentes que sacrifican a servidores públicos de brillante trayectoria e integridad profesional para contentar a sinvergüenzas y asegurarse la continuidad en el poder. Gente que banaliza el aborto y la eutanasia como iconos de libertad y que no enseñan ni ayudan a crear alternativas que posibiliten apostar por la vida.

Corruptos y vividores de las empresas que les da de comer y que se venden por un puestecito a la sombra. Parásitos  y chupaculos que ascienden en el trabajo y  en la vida sin dar un palo al agua o dando un palo cuando nadie se dé cuenta. Políticos de pacotilla que se nutren del seguidismo aborregado de crías amamantadas en el individualismo, en el egoísmo y en posturas transgresoras que venden como progresía y libertad.  Mutación dominante en la especie “Homo Sapiens” que evoluciona en el “ande yo caliente” que les permite vivir mejor a costa de la inacción y el entreguismo de sus adoctrinados ciudadanos y votantes.

Y mientras ocurre todo esto y no nos falte una media de gambas, sea como sea la fuente de donde vengan, esta panda de charlatanes y mangantes seguirá vendiendo su discurso al pueblo fiel y sumiso que no hace nada para evitarlo. Al menos hasta que los entregados ciudadanos, adormecidos por tanta libertad lograda, se den cuenta, como  en el viejo Oeste,  que la pócima mágica para recuperar el pelo que vendían los feriantes, era agua tintada y la media de gambas gratis la acaben pagando con el sudor de su frente.

Seguí leyendo entusiasmado el artículo de las termitas explosivas mientras soñaba con una sociedad distinta, sin ambiciones, sin miedos, sin injusticias, sin imposiciones. Una sociedad en la que los mejores son aquellos que se sacrifican por los demás y no los que sacrifican a los demás para seguir viviendo de lujo. Una sociedad que muchos se empeñan en hacer desaparecer para no poner en peligro su mortal paraíso terrenal, pero que pervivirá mientras haya un ser humano que tome el testigo del que aquel carpintero que murió por lograrla y perpetuarla en el cielo.

Paco Zurita

Mayo 2022

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