Soy de esos que se levantan bien temprano en busca del encanto del primer café de la mañana en un bar. Las mañanas son hermosas y no hay nada como ese olor a café que se escapa de bares y cafeterías que nos ayuda a empezar la jornada con energía y optimismo.
Pero este coronavirus trastoca hasta las cosas más pequeñas de nuestro día a día y nos lleva a cambiar hábitos y costumbres para bien de todos.
Estos cambios de hábito necesarios nos obligan a hacer pequeños sacrificios que podemos convertirlos en una tortura o en una oportunidad que nos brinda la vida. Y si somos inteligentes y maduros, sabremos aprovechar estas circunstancias para, en este parón que nos da el destino, sembrar para el futuro.
Obligado a tomar café en casa, decidí desde el primer día, no tirar a la basura la zurrapa del café y echársela a las plantas. Así, viendo cómo su crecimiento se hace más vigoroso y sus hojas más hermosas podría visualizar lo positivo que tiene cualquier adversidad.
Porque creo que aquella frase que resume la filosofía del Estoicismo “Hacer de la necesidad virtud”, es la que deberíamos aplicarnos todos para salir triunfantes de esta crisis que nos ha pillado por sorpresa.
Cumplidas las obligaciones laborales o ciudadanas que nos toque en suerte en estos momentos, hemos de cumplir también con nuestro proyecto vital, sacando lo mejor de nosotros mismos que, quizás, teníamos escondido en el interior de las prisas y exigencias de cada día.
Es momento de pensar en lo que podemos hacer para sentar los cimientos del futuro, cuando todo esto haya sido superado. Es momento de mirarnos el interior y poner en orden todo lo que nos frenaba y angustiaba, todo lo que nos hacía daño y nos convertía en cobardes y acabados. Es momento de poner nuestro granito de arena en una sociedad que va a necesitar de toda nuestra energía, entrega y solidaridad para que la recuperación sea rápida y duradera.
De esas zurrapas desechadas en otras circunstancias -valores inadvertidos, pequeños lujos despreciados, sueños incumplidos, complejos no afrontados- podremos alimentar las plantas de una vida más auténtica, más racional, más sensata.
Con esas intenciones que se pueden forjar en estos días de soledad y aislamiento social podremos diseñar un mundo mejor en el que recuperemos tantos valores que perdimos antes de esta crisis.
Mis plantas ya me lo están haciendo ver, creciendo más hermosas con las zurrapas del café.
Paco Zurita
Marzo 2020