Señor, cuando desconfío,
Los temores me confunden
Y, al dudar, mis pies se hunden
En el mar oscuro y frío.
Y en el ciego desvarío,
Sin tener dónde agarrarme
Tú llegas sin avisarme
Y me sostienes de nuevo
Y al mirarte me conmuevo
De cuánto debes amarme.
Paco Zurita