PREGÓN DE MARÍA AXILIADORA

 
PREGÓN DE MARÍA AUXILIADORA
Francisco Zurita Martín


Decid en vuestro corazón lo que decía S. Agustín: Si ille, cur non ego? (Si él, ¿Por qué no yo?)
Si un compañero mío, de mi misma edad, en el mismo lugar, expuesto a los mismos y tal vez mayores peligros, encontró, sin embargo, tiempo y modo de mantenerse fiel seguidor de Jesucristo, ¿por qué no puedo también yo hacer lo mismo?
Recordad que la religión verdadera no consiste solo en palabras; hay que ir a las obras. Por tanto, cuando encontréis alguna cosa digna de admiración, no os contentéis con decir "esto es bonito" o "esto me gusta". Decid más bien: "quiero empeñarme para hacer esas cosas que, leídas de otros, despiertan mi admiración".
Estas palabras las pronunció DON BOSCO en referencia a Domingo Savio y fueron las que inspiraron la obra del santo con los más jóvenes.

Esta historia de amor comenzó en I Becchi un 16 de agosto de 1815. Francisco Luis Bosco y Margarita Occhiena, padres de San Juan Bosco, lo llamaron Giovanni Melchiorre, aunque todo el mundo lo conoce hoy como D. Bosco.

Dios habla a la gente buena y sensible por medio de sueños, a los que susurra a sus oídos lo que deben hacer.
Fue por medio de los sueños cómo José conoció la voluntad de Dios en cada tribulación. Cuando María estaba encinta y José, siendo un hombre justo, decidió repudiarla en secreto, un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo".
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:
La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros".
Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.

San Juan Bosco era un niño que soñaba desde muy pequeño y, al igual que José, por medio de los sueños Dios le hablaba.
En 1825, cuando Juan contaba 9 años de edad tuvo una experiencia que marcó su vida para siempre. El mismo D. Bosco la describió así:
Cuando tenía nueve años, tuve un sueño... ¡Este sueño me acompañó a lo largo de toda mi vida!
Me pareció estar en un lugar cerca de mi casa, era como un gran patio de juego de la escuela. Había muchos muchachos, algunos de ellos decían malas palabras. Yo me lancé hacia ellos golpeándoles con mis puños. Fue entonces cuando apareció un personaje que me dijo: «No con puños, sino con amabilidad vencerás a estos muchachos» Yo tenía solo nueve años.
¿Quién me estaba pidiendo hacer algo imposible? Él me respondió: «Yo soy el Hijo de Aquella a quien tu madre te enseñó a saludar tres veces al día. Mi Nombre pregúntaselo a mi Madre».
De repente apareció una Mujer de majestuosa presencia. Yo estaba confundido. El me llevó hacia ella y me tomó de la mano. Me di cuenta de que todos los niños habían desaparecido y en su lugar vi todo tipo de animales; perros, gatos, osos, lobos... Ella me dijo: «Hazte humilde, fuerte y robusto… y lo que tú ves que sucede a estos animales, tú lo tendrás que hacer con mis hijos». Miré alrededor y vi que los animales salvajes se habían convertido en mansos corderos... Yo no entendí nada… y pregunté a la Señora que me lo explicara... Ella me dijo: «A su tiempo lo comprenderás todo».
Y este sueño se repitió siete veces a lo largo de su vida…

Era un niño que soñaba
y Dios estaba en sus sueños;
sueños de niños pequeños
que la vida maltrataba.
Su alma se atormentaba
viendo sus rostros mugrientos
y al contemplar sus tormentos
pidió a Dios que le dijera
el camino, la manera
de aliviar sus sufrimientos.

La forma en que condujera
a esas ovejas perdidas
a esas almas doloridas
que el destino maldijera.
Alejarlos de la fiera
de un presente sin futuro
y derribar ese muro
de incomprensión y de olvido
que ese mundo sin sentido
les deparaba seguro.

Y en ese sueño vivido
vio la luz de una doncella;
La mujer más dulce y bella
que el mundo haya conocido
Un susurro en el oído,
una voz como la aurora
le dijo “Confía y ora”.
Yo los haré buenos hombres
si quieres saber mi nombre
¡Soy María Auxiliadora!


Y es que la obra de San Juan Bosco siempre estuvo inspirada por María Auxiliadora. Fueron muchos los milagros que a su amparo, el santo de I Becchi prodigó a lo largo de su vida.
En una ocasión, después de la catequesis y un momento de oración, los que estaban junto a D. Bosco pasaron a la sacristía de la Catedral de San Siro para recibir la bendición del fundador de los salesianos, quien tenía por costumbre obsequiar a cada persona una medallita de María Auxiliadora, advocación que difundió a varios países del mundo.
"Las medallitas que tenía en una pequeña bolsa eran muy pocas y el milagro fue que todos pudieron recibirla, pese a que la bolsita que el secretario le dio a Don Bosco realmente tenía poquísimas".
¡Cuántos milagros ha obrado Dios por medio de tantos y tantos santos que han emulado a lo largo de sus vidas la multiplicación de los panes y los peces! La cesta de San Martín de Porres, la de Fray Leopoldo de Alpandeire o la de aquellos que, como dice el papa Francisco realizan el milagro de compartir lo que tienen con lo demás que es el verdadero milagro de la multiplicación de los panes y los peces.
Caridad con los más necesitados que, por mediación de la Virgen inspiró la vida de San Juan Bosco y la de miles de salesianos que hoy día siguen su ejemplo. Esa fe que la Virgen le inspiraba es la que es capaz de mover montañas , de hacer caminar sobre las aguas o de llenar las cestas para los que más necesitan de su amor.




¡Auxílianos, Madre Mía!
Sacia nuestra sed de amor.
Pide, Madre, a tu Señor
nuestro pan de cada día.
Que nos llene de alegría,
perdone nuestros pecados
y que de su amor saciados
sintamos latir la vida
que por su sangre vertida
generoso ha regalado.

Cúranos nuestras heridas,
nuestros odios, nuestros daños,
las penas y desengaños,
nuestras almas doloridas.
Y a esas otras confundidas
sin sosiego y sin consuelo
Tú, Madre, puerta del cielo
muéstrales la eterna vida.

Tú de Don Bosco modelo.
Guía y faro de su obra.
Roca firme en la zozobra.
De nuestras Penas, pañuelo.
La luz de nuestros desvelos
y el alivio en la agonía
que contigo, Madre mía,
como Don Bosco soñaba
esta vida no se acaba
¡¡si es con tu auxilo, María!!


Don Bosco decía:
“Alegría, estudio y piedad: es el mejor programa para hacerte feliz y que más beneficiará tu alma.”

Y es que a Don Bosco se le ha llamado con razón «el santo de la alegría». En el año 1975 San Pablo VI publicó «Gaudete in Domino», una carta sobre la “alegría” y en ella nombró a San Juan Bosco como uno de los santos que mejor habían aprendido y comunicado ese precioso carisma.
Don Bosco, cuando era aún estudiante en Chieri, fundó «la Sociedad de la Alegría» dejando clara su apuesta por buscar lo positivo en la vida y evitar toda tristeza. («melancolía, fuera de la casa mía» decía).

Y esa fue una de las claves principales de su pedagogía con los niños y los jóvenes: la vida entendida como fiesta y la fe como felicidad.
Excursiones, música, teatro, deporte y la alegría sobrenatural de la fe. El optimismo, la confianza en Dios y en las personas gozando de los valores que hay en este mundo, sin lamentarse continuamente, son los secretos de su pedagogía humana y religiosa.
Es fácil identificar a un miembro de la familia salesiana porque vive la vida con alegría y con una eterna sonrisa.
Domingo Savio, su discípulo predilecto, lo resumió en una frase: «Nosotros hacemos consistir la santidad en estar alegres».
No es una frase ocurrente y superficial. La alegría, en la pedagogía de don Bosco, es la fórmula magistral de aunar en una pócima milagrosa valores muy profundos, humanos y cristianos a la vez: la conciencia de ser hijos de Dios, el cumplimiento del deber, la piedad eucarística y la devoción a la Virgen, la visión concreta y sencilla del camino de la santidad, los valores de las personas y de la vida.
Y es que nadie entiende mejor la importancia de la alegría como María. Como en esa ocasión en Caná de Galilea en la que estuvo a punto de faltar el vino que simbolizaba la felicidad de aquellos novios…..


Qué importante es enseñar
cómo ganarse un oficio
y que con fe y sacrificio
puedas tu sueño alcanzar.
No hay forma mejor de amar
que a aquellos sin esperanza
regalarles confianza
y una vida merecida
caminando por la vida
como el fiel de la balanza.

Esa lección recibida
por los niños sin futuro
es por ello a buen seguro
una rosa florecida.
Es la promesa cumplida
de Don Bosco a la Señora
a quien en sueños le implora
que le muestre el buen camino
sin temor por el destino
porque es su Auxiliadora.

No hay nada escrito ni sino
que Dios no pueda mover;
Que lo importante es creer
en el susurro divino
que convirtió el agua en vino
en Caná ese insigne día,
cuando la Virgen María
auxilió a dos pobres novios
salvándoles del oprobio
de faltarles la alegría.

Como en la célebre canción “Pescador de hombres” compuesta en 1974 por el sacerdote y compositor español Cesáreo Gabaráin, D. Bosco se convirtió en un verdadero pescador de jóvenes a los que rescataba de un mar de peligros.
En el precioso retablo cerámico a la entrada del Santuario de María Auxiliadora del Colegio Lora Tamayo, se representa de forma hermosa y alegórica a ese santo pescador montándolos en su barco y salvándolos de las orillas de Infierno.
¡Qué importante es rescatar de los peligrosos mares de nuestros días a tantos y tantos jóvenes que necesitan encontrar las orillas de sus conciencias!
También, en esa preciosa canción se dice en una de sus frases; “que mi cansancio a otros descanse”
Siempre con la fuerza y el amor desmedidos que le inspiraba María Auxiliadora, Don Bosco llevó a su máxima expresión esa entrega sin límites hacia el prójimo. Cayó muchas veces enfermo víctima del sobresfuerzo y hasta se quedaba dormido zurciendo calcetines de sus niños hasta altas horas de la madrugada.
¡Cuántas veces nos quejamos de cansancio por el tiempo que dedicamos a nuestras aficiones y no a los demás!

Y se quedaba dormido
zurciendo los calcetines
de esos pobres chavalines

víctimas de tanto olvido.

¿Hay amor más desprendido?
¿Hay amor más noble y puro
que ser refugio seguro
de esos niños olvidados,
sin hogar y desahuciados,
sin esperanza y futuro?

¿Hay amor más abnegado
que, renunciando al descanso,
ser ese cordero manso
por amor sacrificado?
Dando descanso al cansado.
Dando comida al hambriento.
Dándole agua al sediento
y cariño al desvalido.
Oído al incomprendido
y vestido al harapiento.

Se nos quedaba dormido…
Y, durmiendo sonreía
soñando con la alegría
de un niño más acogido
De otro joven redimido
de un nuevo y veraz cristiano.
Y su sueño no fue en vano;
Auxiliado por María
cuando a su encuentro partía
¡dejó un mundo más humano!

Dejar un mundo más humano es una de las mayores aportaciones a las que podemos aspirar como seres humanos. Y D. Bosco cumplió con creces ese cometido que le había encomendado Cristo a través de su Madre, María Auxiliadora.
Cuando en 1860 la Santísima Virgen se aparece a San Juan Bosco le dice expresamente que quiere ser honrada con el título de "Auxiliadora".
Dos años más tarde, marcado incondicionalmente por el amor de la Virgen María, se hace patente de forma clara e irrenunciable su vocación mariana y proclama públicamente que la Virgen quiere que la honremos con el título de Auxiliadora.
En aquellos tiempos difíciles, especialmente para los más necesitados y los jóvenes de familias sin recursos que veían predestinadas sus vidas a un porvenir sin futuro, D. Bosco descubre en sus sueños que Dios le pide que cuide de ellos.
Y en esos sueños, el mismo Jesucristo pone la obra que le encomienda en las mejores manos, las manos de la mujer que lo trajo al mundo a la misma que confió desde el trono de la cruz el destino de la humanidad; su propia madre.
Siguiendo los deseos de aquella Señora, el nueve de junio de 1868 D. Bosco hace realidad el sueño de abrir un santuario en honor de la Santísima Virgen en el barrio de Valdocco en Turín.
Ese fue el primero de otros cientos de santuarios que en honor de María Auxiliadora se iban a levantar en el mundo, porque D. Bosco no sólo fundó una congregación que ayudó a muchos niños y jóvenes a granjearse un futuro en la convulsa Italia de su época. Su obra se fue extendiendo por todo el mundo y, en nuestros días, llega a 132 países de los cinco continentes. Más de 15.000 salesianos siguen haciendo realidad esos sueños de D. Bosco en nuestros días, teniendo a la Santísima Virgen como auxiliadora de sus obras.
Y nuestra ciudad, amante como ninguna de la Virgen María, recibió también buena parte de esa hermosa herencia que nos dejó el santo. La familia salesiana llegó a Jerez en 1897 hace más de 125 años y actualmente cuenta con cuatro centros que siguen fielmente las enseñanzas del fundador.
¡Qué alegría como jerezano siento al ver hoy aquí reunidas a tantas familias salesianas que sienten el mismo amor por María Auxiliadora!
Y es que en Jerez, los seguidores de D. Bosco y de la Santísima Virgen entendieron que Ella también quería un templo en nuestra ciudad para que tantos y tantos devotos de su advocación pudieran llevarle sus preocupaciones y anhelos.
Y así, con enorme ilusión, entrega y esfuerzo, antiguos alumnos salesianos se pusieron manos a la obra y en el año 2.000 (Año Santo Jubilar), se termina el Santuario de María Auxiliadora de Jerez, siendo bendecido por el entonces obispo de Jerez, D. Rafael Bellido Caro.
Era una nueva casa para Ella y para la que se pronuncian estas palabras de este humilde pregonero que se une a las voces de todos los salesianos que hoy celebran el aniversario de la bendición de su nueva imagen.
No era una tarea fácil ni sencilla, pero tenían la fuerza interior de una
Madre que dirigía sus pasos, al igual que hiciera con San Juan Bosco más de un siglo antes.



Un Santuario en Jerez
sueñan para la señora.
Lleva por nombre María.
Se apellida Auxiliadora

Sus hijos son muchos miles
y muchas miles sus obras,
siguiendo como modelo
a tal celestial pastora.

Pastora de niños huérfanos
de inocentes, de almas rotas.
De los que nadie se acuerda.
A los que tanto se ignora.
Son los hijos del olvido.
Los que a su suerte abandonan
en las prisiones del odio
y en los odios que aprisionan.
Pero encontraron la luz;
¡blanca, hermosa, cegadora!
¡La de esa preciosa madre
que se llama Auxiliadora!

Y porque la quieren tanto
y esta pasión los devora
el templo que le juraron
van a levantarlo ahora
con sus manos, con su brazos
con oraciones hermosas
y con paredes que fraguan
con palabras y con obras.

Ese es el templo que quiere
para Jerez la Señora
donde todo jerezano,
no importa el día o la hora,
le diga con sus plegarias
las penas que lo devoran.
Y mirándola a los ojos
ojos que nunca abandonan
le susurre con los suyos,
sin tristeza ni congojas,
¡Ay Madre ruega por mí!
¡Que eres tú mi Auxiliadora!



Nada puede frenar los deseos de amor de un pueblo cuando tiene por faro los ojos misericordiosos de tan celestial princesa. Esos mismos ojos que guiaron la vida y obra del santo salesiano son los que dirigieron los pasos y esfuerzos de aquellos alumnos salesianos que levantaron el nuevo santuario en el colegio Lora Tamayo para que la preciosa talla de la Virgen presidiera en su altar mayor.
Fueron muchas las dificultades y muchos los contratiempos que tuvieron que vivir hasta oír sonar las campanas de nuevo templo un 25 de mayo del año 2.000. Y hasta se rozó la tragedia cuando un albañil cayó desde lo más alto del casi terminado templo y todos temieron por su vida pocos meses antes de esa inauguración. Era un 31 de enero, Festividad de San Juan Bosco y justo a la hora del Ángelus cuando la mano de la Virgen evitó la tragedia...






Como el cielo son sus ojos
y como el cielo su manto,
y como el sol su corona
de estrellas y haces dorados.
Sonríe y muestra orgullosa
lo que Dios le ha regalado;
La salvación de los hombres,
el perdón de los pecados
ese niño, hijo de Dios
que sostiene entre sus brazos.
El amor de los amores.
El que todo lo ha creado.
Quién nos regaló por Madre
a ese ser inmaculado
que supo decir que sí
al arcángel enviado.

Su vientre fue cofre y puerta,
fue camino, fue Sagrario,
fue baluarte de Dios
de ese Dios enamorado
que siendo Dios se hizo niño
para venir a salvarnos.
Y ese niño somos todos
que en tan maternal abrazo
sostiene a todos los hombres
y los cuida en su regazo.

Por tan celestial regalo
los jerezanos dijeron:
¿Y a ti que te regalamos?
Y ella dijo, sonriente;
"Regaladme un santuario"
Con una columna alta,
bajo blancos lucernarios
para que la luz de Dios
inunde todo su espacio
y se funda con las voces
de miles de jerezanos
que me susurren sus penas
o sus sueños alcanzados.

Y hace veinticuatro años,
escrito está en un Diario,
cumpliendo así sus deseos
entre cantos y rosarios
repicaron las campanas
del flamante campanario.

Faltando ya pocos días
para verlo terminado
sobrevoló la tragedia
en el templo salesiano.
Era la hora del Ángelus,
de Don Bosco Aniversario
y aunque su talla faltaba
la Virgen nunca ha faltado
y auxiliando al que la quiere
en el templo obró el milagro.
Un albañil se cayó
trabajando en un andamio
de lo más alto del templo
rematando el lucernario.
La caída era mortal
¡Nadie podría dudarlo!
porque el suelo retumbó
y en la iglesia se escuchó
¡Pobre hombre! ¡Se ha matado!
Entre gritos de pavor
de los que vieron la escena
el hombre se levantó
aturdido y mareado
sin rasguños, sin lesiones
balbuceando oraciones
y dando gracias a Dios.
Y ante a aquellas reacciones
de los que allí lo miraban
y sin duda se extrañaban
de verlo ileso y de pie
Él les dijo sonriente:
¡Nada tuve que temer!
Me sostuvo una mujer
con sus maternales brazos
y aterricé en su regazo
como habéis podido ver.
Mas nadie pudo ver nada,
ni mujer alguna había
Y ante aquello que decía
la gente se santiguaba.
Y al ver que aún se extrañaban
Quiso zanjar la porfía
del milagro y de su autora:
Esa celestial señora
añadió con alegría,
con su voz me sostenía
¡Creedme por Dios ahora!
Que mientras yo me caía
¡Me dijo que era María!
¡Y ella fue mi Auxiliadora!

Y es que Ella se lo merece todo, porque por ella se ha hecho todo y todo lo ha hecho Ella.
Todo por María, nada sin Ella, es una frase que nuestro obispo pronuncia en cada una de sus homilías y que recalca el cariño, la devoción y la fe que un cristiano debe depositar en la madre de los cielos.
Y precisamente los salesianos son firmes defensores de la confianza que debemos depositar en esta Madre y comprenden como pocos el profundo significado de esa frase que tanto se parece a la que ellos mismos llevan tan adentro; “Ella lo ha hecho todo”.
Y hoy, como muestra de cariño por estos veinticinco años de la bendición de la imagen de María Auxiliadora del Lora Tamayo, Juan Carlos Gamino, un prestigioso compositor jerezano, antiguo alumno de la Salle y que fue director de la banda de música de María Auxiliadora, ha compuesto una preciosa marcha para la Virgen y que lleva precisamente ese icónico título; “Ella lo ha hecho todo”. La marcha va a ser interpretada por este cuarteto de cuerda de la orquesta Campos Andaluces que hoy nos acompaña.
Marcha ELLA LO HA HECHO TODO

Durante más de cien años, muchas generaciones de jerezanos se han formado cristiana y laboralmente en el espíritu salesiano del santo de I Becchi siempre bajo el amparo de María Auxiliadora.
Estas enseñanzas y este modelo de vida han forjado hombres y mujeres que, siguiendo su ejemplo, se han convertido en grandes profesionales de múltiples oficios y con su trabajo y buen hacer, han influido decisivamente en que Jerez sea una ciudad más próspera y solidaria.
Pero sobre todas las cosas, esos hijos de los salesianos jerezanos han aprendido a ser, como D. Bosco decía, buenos cristianos y honrados ciudadanos, bajo la atenta mirada de esta preciosa advocación que dirigió los pasos de Juan Bosco para convertirse en uno de los santos más grandes que tiene la Iglesia.
Hoy, que el destino me ha llevado, bajo las órdenes de mi alcaldesa a estar al servicio de mis conciudadanos, valoro aún más la importancia de esas enseñanzas de D. Bosco que se han seguido transmitiendo de generación en generación para el bien común. Y no hay mejor faro donde mirar que esas enseñanzas pidiéndole a María Auxiliadora que nos ayude en el trabajo, empeño y esfuerzo por el bien de los demás.
Este jerezano agradecido a Dios y a María Auxiliadora por todo el bien que ha derramado sobre nuestra ciudad a través de los más de 80.000 alumnos salesianos que han pasado a lo largo de la historia por sus centros quiere culminar este pregón, como un salesiano adoptivo, con estos humildes versos de acción de gracias…

Gracias a ti, Madre mía
por los momentos vividos
por hacernos más cristianos
por todo cuánto aprendimos.
Gracias a ti, madre buena
por sentirnos protegidos
en los momentos más duros
cuando en la vida sufrimos.
Gracias por tu auxilio, Madre
que cuando a ti recurrimos
siempre encontramos respuestas
a aquello que te pedimos.
Gracias mi reina de cielo
porque al verte sonreímos
mirando en esos tus ojos
lo que de niño vivimos.
Gracias celestial princesa
porque de ti recibimos
ese regalo de Dios
por el que nos redimimos.
Gracias por todo María
por el amor que derramas
inspirando la alegría
que D. Bosco repartía
a los jóvenes que amas.

Gracias, gracias y mil gracias
por consolar al que llora,
por escuchar al que implora,
por disculpar al que yerra
por bendecir a esta tierra
¡Que es tu tierra mi Señora!

Gracias Madre Inmaculada.
Gracias por tu amor de Madre.
Gracias por pedirle al Padre
su auxilio, Virgen amada.

Gracias por ser como eres.
Por tu bondad infinita.
Por el alma más bonita
de entre todas las mujeres.
Pues Dios quiso a la mejor
Y sólo puede el Señor
elegir a quien prefiere
para ser madre en la tierra
de Jesús el Redentor.
Y hoy porque tengo la suerte
de impregnarme de tu amor
seguro ya de tenerte
y contigo al Salvador,
ya no temo por mi suerte
pues tu fuerza me devora
Y cuando llegue la hora
esa hora de la muerte
Yo te diré Madre al verte;
¡María, mi Auxiliadora!






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